jueves, 17 de enero de 2013


DIÓCESIS
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Diócesis de San Cristóbal de Las Casas

NUESTRA FE GENERA PAZ
SITUACIONES
Un caricaturista afamado, que se distingue por sus burlas sistemáticas contra la religión y la Iglesia, ha dicho: “Jesús sería el primer sorprendido de que en su nombre hayan hecho una Iglesia que acabó por ser uno de los grandes negocios de todos los tiempos; que acabó por ser la institución más nefasta que ha tenido la humanidad, responsable de actos de corrupción y de cientos de miles de asesinatos… Todas las religiones son falsas, todas las ha creado el hombre”.
No faltan quienes estén de acuerdo con esa afirmación y hasta la aplaudan, resaltando sólo los errores que nuestra Iglesia ha tenido y tiene, sin valorar cuanto es en sí misma y todo lo que ha aportado a la humanidad. Algunos usan esta estrategia para legitimar su estilo de vida, que no siempre es muy honesto.
En Chiapas y en otras partes, a veces se remarca que los católicos son intransigentes e intolerantes hacia otras confesiones; que se les expulsa de las comunidades, impidiéndoles ejercer su derecho a la libertad de credo, sólo por ser de una creencia diferente a la de la mayoría. Es una acusación muy simplista, pues no es la diferencia de cultos el motivo fundamental de esos conflictos interreligiosos, sino otras razones de tipo cultural, económico, político, agrario y sólo en parte religioso. Casi siempre es la reacción de algunos pueblos a agresiones verbales, a críticas hirientes, a ofensas injuriosas de protestantes contra la vivencia tradicional de su fe; se sienten ofendidos en sus arraigadas costumbres, todas ellas de raíz católica. Con todo el respeto que tengo a hermanos de otras religiones, hay que dejar muy en claro que algunos no son unos santos e inofensivos angelitos; a mí mismo me han ofendido en forma burda e injustificada.
ILUMINACION
El Papa Benedicto XVI, con una gran lealtad histórica, afirma: “Donde no se da gloria a Dios, donde se le olvida o incluso se le niega, tampoco hay paz. Hoy, sin embargo, unas corrientes de pensamiento muy difundidas sostienen lo contrario: la religión, en particular el monoteísmo, sería la causa de la violencia y de las guerras en el mundo; sería preciso liberar antes a la humanidad de la religión para que se estableciera después la paz; el monoteísmo, la fe en el único Dios, sería prepotencia, motivo de intolerancia, puesto que por su naturaleza quisiera imponerse a todos con la pretensión de la única verdad. 
Es cierto que el monoteísmo ha servido en la historia como pretexto para la intolerancia y la violencia. Es verdad que una religión puede enfermar y llegar así a oponerse a su naturaleza más profunda, cuando el hombre piensa que debe tomar en sus manos la causa de Dios, haciendo así de Dios su propiedad privada. Debemos estar atentos contra esta distorsión de lo sagrado. Si es incontestable un cierto uso indebido de la religión en la historia, no es verdad, sin embargo, que el «no» a Dios restablecería la paz. Si la luz de Dios se apaga, se extingue también la dignidad divina del hombre” (24-XII-2012).
“Si en la historia ha habido o hay formas de violencia perpetradas en nombre de Dios, éstas no se pueden atribuir al monoteísmo, sino a causas históricas, principalmente a los errores de los hombres. Más bien es precisamente el olvido de Dios lo que sumerge a las sociedades humanas en una forma de relativismo que genera ineluctablemente la violencia. Sin la apertura a lo trascendente, que permite hallar respuestas a los interrogantes sobre el sentido de la vida y sobre la manera de vivir de modo moral, sin esta apertura el hombre se vuelve incapaz de actuar según justicia y de comprometerse por la paz. Si la ruptura de la relación de los hombres con Dios lleva consigo un desequilibrio profundo en las relaciones entre los hombres mismos, la reconciliación con Dios, obrada por la Cruz de Cristo, es la fuente fundamental de la unidad y de la fraternidad” (7-XII-2012).
COMPROMISOS
Eduquémonos no sólo para la tolerancia, sino para el respeto, el diálogo, la paz, la unidad de los creyentes, conjuntando energías frente a tantas necesidades de los que sufren. El amor fraterno es la mejor prueba de que somos discípulos de Jesús.

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