miércoles, 4 de mayo de 2011


Punto de Vista
Mario Tassías

Se dice que la tercera edad, comienza a los 60 años, se supone que termina a los 80. La cuarta edad o vejez se alcanza a los 80 y termina a los 90, la longevidad se consigue a los 90 y de ahí hasta que te mueres.
El oncólogo brasileño Drauzio Varella, reflexionó sobre la vejez y aporta lo que a continuación describe:
Nadie está sano después de los 50. Sanos los jóvenes; los viejos tienen uno o varios achaques propios de la edad. Envejecer saludablemente, es el reto, con los achaques controlados y sin complicaciones.
Saber cuánto vivirá tiene que ver con los padres. La carga genética es fundamental para un pronóstico de vida. Quien tuvo cáncer o infarto antes de los 60 lo trasmitirá en los genes a sus hijos por lo que éstos tendrán mayor probabilidad de desarrollar las mismas enfermedades. El desarrollo de una enfermedad crónica requiere la presencia de varios factores, el genético es sólo uno de ellos.
"Somos lo que comemos". Si además de tener una carga genética desfavorable te pones 3 o 4 cucharaditas de azúcar en cada café que tomas, saboreas todas las pieles del pollo asado y te relames con las cortezas de cerdo, conviertes tus arterias en cañerías atascadas. No habrá buena circulación, no habrá buena oxigenación, eso equivaldrá a muerte celular, envejecimiento acelerado o prematuro.
Si quieres tener una vejez saludable, a partir de los 50 años cuida tu alimentación y deja de comer cosas "químicas", de abusar de las grasas... Un buen desayuno, un buen almuerzo y una pésima cena son la clave para equilibrar tu medio interno.
Aparejada a la dieta está la bebida. Todas las bebidas gaseosas tienen carbonato de sodio, azúcar y cafeína. Estas sustancias vapulean al páncreas y al hígado hasta desgastarlos. Mejor limonada, zumos... Hasta la cerveza es preferible ya que se hace con agua hervida, tiene componentes naturales y no contiene sodio.
El consumo moderado de alcohol después de los 50 años mejora la calidad de vida pues tiene tres efectos definidos: vasodilatador coronario, disminuye el colesterol y es un sedante moderado. De forma práctica, a la hora del almuerzo o por la noche bebe una buena copa de whisky, vino tinto o aguardiente puro. Con un buen trago consigues dilatar las arterias, bajar el colesterol o estar tranquilo. Si además lo disfrutas a lado de una buena compañía, el efecto se duplica. Una advertencia: consumo moderado equivale a uno o dos vasos, porque si te pasas, el efecto es exactamente el contrario y te matará más rápido de lo que te imaginas.
Todas estas pautas son buenas, pero sin exagerar y, sobre todo, sin dogmatizar. Si haces una barbacoa para tu familia o tus amigos, no vengas con que "no como chorizo porque es muy grasiento" o "mi médico me ha dicho que solo beba dos copas y punto". Nada reemplaza la alegría y el placer de compartir con los que te quieren; no hay grasa ni copa que no se pueda metabolizar en una buena tarde de esparcimiento. Los mecanismos de compensación de nuestro cuerpo son aún poco conocidos, pero así sucede: si disfrutas verdaderamente, el "pecado mortal" dietético se transforma en "venial".
Todo lo que comes y bebes, deja huellas, tu cuerpo lo mostrará en la vejez. Las noches de juerga, los atracones, los excesos de todo tipo harán la vida de viejo muy desgraciada. Y no solamente a ti, sino a tu familia.
La principal desgracia para un anciano es la soledad. Lo habitual es que las parejas no lleguen a viejos juntas; siempre alguien se va primero, con lo que se desequilibra todo el statu quo que sostenía a los componentes de la pareja. El viudo o viuda comienza a ser una carga para su familia. Por eso mientras haya lucidez hay que controlar la vida. Eso significa, yo decido cuándo y con quién salgo, qué como, cómo me visto, a quién llamo, a qué hora me acuesto, qué leo, en qué me distraigo, qué compro, en dónde vivo, etc. Porque, cuando ya no puedas hacer todo eso, te transformas en un plomo completo, en un lastre para la vida de los demás.

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