martes, 8 de enero de 2013



Distinguidas Damas de San Cristóbal que se nos Adelantaron en el 2012
Por: Hector Aguilar Moreno
EN MEMORIA A: MARIA VELASCO SUAREZ, 1918-2012
Cuarta Parte
El mundo estaba en un estado caótico en 1918. La  Segunda Guerra Mundial empezaba un quinto año de estragos y muertes, mientras que la Revolución Bolcheviza en Rusia estaba dando inicio, entre intrigas y asesinatos, un sistema político déspota y violento. Seguían las estiras y aflojas entre los caudillos que pugnaban el poder en México, vigilados celosamente por el Presidente Venustiano Carranza. Y en este año empezó también a azotar a México la pandemia de la influenza,  aquí conocida como la peste Española, que lleno las fosas comunes de San Cristóbal.
Pero en medio de esta panorama desolado, en una ciudad escondida entre las montañas del sureste mexicano, la alegría llego a la casa de Don José  Manuel Velasco Balboa y su señora, Doña Suarez  Solórzano, por el nacimiento de su hija, María del Refugió. Ya la esperaban dos hermanas: Juana del Carmen, que contaba con casi ocho años, y María Alicia, de seis. Manuel María, el único hijo que habría de tener aquella pareja, tenía ya cuatro años. Al poco tiempo, la familia quedaría completa con la llegada de la más pequeña de todos, Elvira Guadalupe.
María era niña alegre, juguetona y enérgica,  mimada por el papa que ella adoraba. La niña lo acompañaba en sus paseos diarios por la ciudad y escuchaba sus pláticas con los adultos. Tenía también una pandilla de primas Suárez que vivían cerca, y todas ellas gozaban de pasear en el coche de Don Jorge  Ochoa Camacho, una hora cada domingo. Nadaban en el Lago de Chapultepec o en el cubito, paseaban a Rancho Nuevo o visitaban el rancho de los Velasco en San Pedro Niche, por Acala. Activa y atleta, a María le gustaba treparse en los arboles, correr a caballo y jugar tenis. Todavía existe una foto en el deportivo San Cristóbal, donde aparece ella con otros tenistas de la época, como Doña Florencia Róbelo, en la cancha que hubo ahora está la Secundaria  N°. 1, por el parque de Fray Bartolomé.
También acompañaba a su mama a las visitas y a los rezos. En su infancia el presidente calles había impuesto la persecución religiosa, abrigando a la ciudadanía y al clero a usar mil artimañas para eludir al férreo control estatal. Después contaba de las aventuras de este periodo: de curas disfrazados, apresados o malheridos en sus esfuerzos de escapar de los soldados, de cómo su papa escondió el Santísimo Sacramento en la capilla familiar, y de cómo ella misma perdió el sombrero nuevo al tener que brincar de la ventana de la casa cuando la policía irrumpió ahí a un rezo. Unos años mas tardes, María seria la presidente  de la Acción Juvenil Católica, en cuya función viajaba por todo el estado a caballo para supervisar los grupos de la asociación. María también ayudaba a su señora madre en la escuelita que esta tenía en Santa  Lucia, donde daba clases a niñas pobres. Esta experiencia habría de marcar su vocación profesional.
Maruca, como todos le decían, realizo sus primeros estudios con las hermanas Stempris. Contaba  que en una ocasión un maestro le había regañado por alguna travesura y le había dejado de tarea  escribir mil veces, "Soy una niña malcriada." Inconforme con lo que veía como una gran injusticia, Maruca acudió a su papa, para aquel entonces director  de la Faculta de Leyes. Con la astucia de buen abogado y la ternura de papa, él le aconsejo entregar al maestro  la tarea así: un papel  con una sola oración que rezara "Mil veces soy una niña malcriada." Luego siguió sus clases  particulares  con Doña Juana Salazar de Ruiz, donde gozaba  de competir  con las demás alumnas contra el hijo de la maestra, de nombre Federico, para ver quién podía responder mejor una pregunta de historia, de matemáticas o gramática. Térmico sus estudios en la enseñanza con Doña María Adelina Flores, de donde  se graduó como maestra normalista. Durante unos años trabajo de maestra en la escuelita de su mama, para después pasar a trabajar junto con su hermana Carmela en el Colegio Eduardo Serle, creación del ilustre profesor José Weber. Más tarde, la profesora Carmela se caso en el maestro Weber y se volvió administradora a demás de maestra, mientras que Maruca seguía dando clases a los párvulos de segundo año de primaria hasta que el Colegio finalmente cerró sus puertas por los años 70. 
Todavía la recuerdan con mucho cariño sus ex alumnos y compañeros de San Cristóbal.
¡Cómo corría con los muchachitos, cómo jugaba a la pelota con ellos, cómo les mostraba andar en zancos, cómo les contaba cuentos, cómo les aconsejaba y animaba! A un alumno nuevo, retraído, que había permanecido mudo toda la mañana, le nombro capitán del equipo para jugar a quemados, convirtiéndolos de inmediato en un líder, audaz y vociferoso. A  otro alumno, gordito y soñador, a quien los demás atormentaba, le enseño a boxear y le organizo un round con el "bully" que le hacia la vida de cuadritos, le insulto con el epíteto mas horrendo que se podía imaginar: "¡Panza de teja! ¡Panza de teja!"
En el año de 1970, el Doctor Manuel Velasco Suárez, hermano de Maruca, fue electo Gobernador Constitucional del Estado de Chiapas. El doctor hizo un diagnostico de la salud del estado, ubico áreas enfermas y comenzó a tomar las medidas necesarias para sanarle. Sus ejes fundamentales eran el fomento de la ecología, el apoyo a los indígenas, la educación y la infraestructura. Con tal fin, sabiendo de la probada honradez de su hermana, y la experiencia que esta había obtenido como Presidenta de la Acción Juvenil Católica, nombro a Maruca administradora del PRODESCH (Programa de Desarrollo Socioeconómico de los Altos de Chiapas) en 1971. PRODESCH, ubicado en la primavera , donde está la actual Secretaria de Pueblos Indios, incluía Radio Comunidad Indígena, la Jurisdicción  Sanitaria No.2 de la SSA, Programa de Especies Menores, y otros programas de desarrollo. Maruca desempeño tan bien su trabajo, con tanto cuidado y tanta responsabilidad, que continuo allí sus labores durante más de una década. Día a día llegaba puntualmente, manejando su bochito blanco, prodigando consejos y buscando las maneras de ayudar de manera eficaz y eficiente a las personas de bajos recursos de los Altos, tanto indígenas como mestizos, hasta su jubilación.
Ya jubilada, Maruca siguió trabajando por el bien de las dos cosas que toda su vida le habían motivado: la Iglesia Católica y la educación. Fundó el Grupo de Estudio Bíblico Santa María de Guadalupe, servía en el Patronato de San Francisco y el Patronato del Templo del Carmen, y administraba becas para alumnos destacados en el Colegio La Salle (construido en terrenos donados por su hermana Carmela). Con más de noventa años, todavía disfrutaba de caminar por la ciudad con una rapidez y energía que asombraba a los jóvenes que la acompañaban. Aun al último, ya enferma, sus horizontes limitados a los corredores de su casa, nunca perdió  sus cualidades fundamentales: la lealtad y la honradez, la alegría y la capa

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