sábado, 15 de diciembre de 2012

DIÓCESIS
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Diócesis de San Cristóbal de Las Casas

REGOCÍJATE DE TODO CORAZÓN

III DOMINGO DE ADVIENTO


Falsas alegrías

Viernes por la noche, a más bien por la madrugada, es decir entre dos y tres de la mañana del sábado, en San Cristóbal. Los grupos de adolescentes, jóvenes y adultos, continúan sus diversiones y al valor de los alcoholes, de la droga, la euforia y el anonimato, gritan desaforados “su alegría y felicidad”, como si quisieran darla a conocer a los somnolientos vecinos que tienen que soportar sus alaridos, su “música” y sus discusiones. Traen una alegría que no les cabe en el corazón. ¿Alegría? Esa euforia de un momento a otro se convierte en gritos de dolor, de reclamo, de pleitos y discusiones, y a veces hasta de muerte. No se puede esconder el vacío con ruidos y falsas amistades; no se puede llenar el corazón con excentricidades y ruidos. El que se siente solitario, no calma su sed de amistad por amanecer con un desconocido; el que se siente frustrado no compensa, con sus bravuconerías, sus complejos; el que tiene ansia de bienes y anhelos de grandeza, no se sacia por una noche de derroches. Alegría falsa de viernes por la noche, para un crudo despertar que niega la realidad.

Regocíjate de todo corazón

Queremos estar alegres y ser felices y esto nadie lo puede negar. La aspiración a la felicidad está grabada en lo más íntimo del ser humano. Pero nuestro corazón no se conforma con las satisfacciones inmediatas y pasajeras, busca esa felicidad profunda y perdurable que pueda dar sabor y sentido a su existencia. Este tercer domingo de Adviento está caracterizado por una invitación fuerte a la alegría. ¿Se puede ser alegre cuando contemplamos un mundo en desorden y nos angustiamos frente a las situaciones de violencia que nos afectan y nos ponen en tensión? ¿Se puede ser feliz cuando carecemos de muchas cosas que producen en nosotros esa sensación de vacío y de necesidad? ¿Qué es lo que realmente necesitamos para ser felices? En el cántico jubiloso de Sofonías aparecen dos dones que le ofrece el Señor a Jerusalén y que la llevan a esa exultante alegría. Dos dones que también pueden ser fuente de paz y alegría en nosotros. Primeramente, expresado en términos negativos, el tener armonía interna manifestada en la liberación, en el perdón y en la cancelación de la sentencia por el mal. Renunciar a toda acción inicua y encontrar el perdón de los pecados. El segundo don, expresado en términos positivos, será la comunión, el gozo y la complacencia de Dios en el corazón. Encontrar y conservar la alegría surge del encuentro con el Señor. Sumergirse en el amor de Dios, nos conduce a la verdadera alegría.

¡Alégrense!

San Pablo insiste en que debemos estar alegres y nos invita una y otra vez: “Alégrense siempre en el Señor; se lo repito: ¡Alégrense!”. Las razones profundas de esa alegría es la presencia del Señor Jesús, y la alegría es fruto de la fe; es reconocer cada día su presencia de amistad, es volver a poner nuestra confianza en Él, es crecer en su conocimiento y en su amor. Es descubrir cómo actúa Dios en nuestras vidas, oculto en la profundidad de los acontecimientos de cada día. Es tener la certeza que aunque todo falle, Él siempre permanece fiel a su amor. Es saber que jamás nos abandonará y dirigir nuestra mirada hacia Él. Se hace uno de nosotros porque nos ama, se entrega en la cruz porque nos ama, resucita por amor. La contemplación de un amor tan grande da a nuestros corazones una esperanza y una alegría que nada puede destruir. El discípulo jamás debería estar triste porque ha encontrado la razón de su vida, el tesoro escondido, la perla preciosa: El Señor Jesús que nos ama infinitamente hasta dar la vida por nosotros, y cuyo amor nunca nos faltará.

¿Qué debemos hacer?

Las multitudes sedientas de felicidad se acercan a Juan que anuncia al Mesías y que promete que en su encuentro obtendrán toda clase de salvación. ¿Qué hacer para alcanzar la felicidad? ¿Qué hacer para encontrar en lo profundo de nuestro corazón ese amor de Jesús? Las respuestas de Juan son claras y contundentes, no coinciden nada con las propuestas comerciales que nos llegan en esta Navidad. Primeramente es la donación, la generosidad, el amor: encontrar la felicidad en el dar, en el darse al hermano, en el compartir. Así terminaríamos con toda esta cadena de corrupción y de ambiciones que tanto nos está destrozando. Dar como Jesús dio, dar con alegría, dar con prontitud. La alegría está íntimamente unida al amor, al amor constante, al amor fiel, al amor desinteresado. Su segunda respuesta nos lleva por el camino de la justicia: “No cobrar de más”, y no se refiere solamente a los comerciantes, sino a todas las actitudes de nuestra vida que se rigen por la ley de la selva: cobrar más, exigir más, tener más. La ambición destruye la hermandad. La justicia construye la paz y la alegría. Sólo con la justicia crece la fraternidad y hay un vínculo muy estrecho entre fraternidad y alegría. La respuesta final que nos ofrece San Juan en este pasaje (no creo que sean todas las respuestas que dio, pero nos ayudan como pistas en el Adviento) está conectada con la verdad: no engañar, no extorsionar. La mentira nos corroe el corazón y nos hace infelices y desgraciados. No se puede vivir con una careta y encontrar la felicidad, pues tarde o temprano acaba por destruirnos la mentira.

Los caminos de Juan

Cada una de las respuestas que da San Juan a sus oyentes, son también respuestas que debemos escuchar, asumir y aplicar cada uno de nosotros. Son indicadores muy concretos del camino de la alegría, de nuestra conversión y de nuestro acercamiento al Señor. Son la mejor forma de encontrar al Señor: retomar la fraternidad, buscar la verdad y la justicia, construir un mundo de paz. ¿Dónde buscamos nuestra felicidad? ¿Estaremos alegres en esta Navidad? ¿Cómo podemos hacer nuestros los caminos que propone san Juan?

Mira, Señor, a tu pueblo que busca con ansias su felicidad, concédele descubrir los caminos que lo conduzcan a Jesús su verdadera paz y su verdadera alegría. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario