jueves, 8 de noviembre de 2012

Obama: de la

esperanza al menos peor de los males


radicales de sus agendas programáticas: así ocurrió con el acomodo del gobierno de Washington a los intereses financieros y empresariales durante el segundo gobierno de Bill Clinton, y otro tanto puede decirse de la moderación del fundamentalismo neoliberal y del terrorismo de Estado durante la segunda administración de George W. Bush.

Si se toma en cuenta que el propio Obama se encargó de desdibujar su programa desde su primer periodo presidencial, y que en lo sucesivo tendrá que hacer frente a su segunda gestión con una cámara baja dominada por los republicanos, es previsible que el vecino país asista en los próximos cuatro años a la disolución total de la amplia coalición informal que llevó a Obama al poder en 2008 bajo el efecto del desaliento.

En suma, en contraste con el sentir de entusiasmo que acompañó el arribo de Obama a la Casa Blanca hace seis años, la victoria electoral alcanzada ayer puede explicarse más como consecuencia de un rechazo al conservadurismo republicano que del apoyo a una propuesta demócrata vaga y difuminada. Si el arribo de Obama a la presidencia hace cuatro años fue resultado de un extendido sentimiento de esperanza, su permanencia en el cargo se produce ahora en un clima de resignación.

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