viernes, 18 de marzo de 2011

Punto de Vista
Mario Tassías


SEGUNDA Y ÚLTIMA PARTE


El Tratado Internacional para Recursos Fitogenéticos para la Agricultura y la Alimentación, http://www.planttreaty.org/index_es.htm es crucial en la lucha contra el hambre y la pobreza y esencial para la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio 1 y 7, indica en su página oficial, La Vía Campesina le contradice, ya que justifica el despojo y el monopolio.
Es ahí donde el tema se vuelve controversial, el tratado legitima las leyes de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en cuanto a los derechos de propiedad industrial.
No se puede conservar la biodiversidad y alimentar al mundo, mientras los derechos de sembrar, guardar, intercambiar y vender semillas sean criminalizados a través de leyes que legalizan la privatización y comercialización.
El Tratado va en contra de los derechos campesinos cuando promueve las patentes y otras formas de propiedad industrial sobre las semillas para reemplazarlas por variedades manipuladas.
Las organizaciones agrupadas en LVC, se han manifestado prohibir los monopolios para favorecer la agroecología y tener acceso a la tierra y cuidado de los suelos. Es necesario favorecer la investigación participativa en los campos de los campesinos bajo control de sus organizaciones y no de la industria. Las comunidades deben conservar con cuidado, proteger, desarrollar y compartir las semillas campesinas: es una forma de resistir contra el despojo y preservar la biodiversidad.
La privatización de semillas es una amenaza seria para las semillas campesinas en África, Asia y América Latina. En algunos países, sobre todo en Europa y América del Norte, el monopolio de las semillas de la industria, han hecho desaparecer a la mayoría de las variedades locales. En esos países ya no se selecciona las variedades disponibles, porque fueron manipuladas mediante procesos químicos o industriales. Ya perdieron su valor nutricional y están convertidas en productos transgénicos.
LVC propugna por la pronta aprobación y ratificación de una convención de derechos campesinos dentro de las Naciones Unidas, para dejar fuera de la OCM la agricultura y las semillas.
El paso es firme para defender la agroecología y las semillas campesinas que representan la esperanza y el futuro de la humanidad. La agricultura campesina sostenible contribuye a enfriar el planeta y puede alimentar al mundo.
La controversia está entablada porque hay que defender los derechos de los agricultores, y quizás colaborar en el Tratado, si pero dentro de un comité paralelo basado en el modelo de Seguridad Alimentaria acompañante de la FAO en Roma. La idea es no a abrir la puerta a una colaboración con un Tratado que enfrascaría en interminables discusiones, mientras que los transgénicos, los híbridos y los derechos de propiedad industrial mientras, despojan a los campesinos de sus campos.
Cualquiera que sea la decisión de reconocer o no a quienes son los guardianes de la biodiversidad, en tanto continuaran trabajando dentro de sus propios sistemas de semillas campesinas, los cuales en el pasado, hoy y en el futuro continuarán trabajando para asegurar la biodiversidad y alimentar a la humanidad.
Una declaración final sería que las semillas campesinas son patrimonio de las comunidades campesinas y de los pueblos indígenas, al servicio de la humanidad.

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