sábado, 1 de junio de 2013

DIÓCESIS
+Mons. Enrique Díaz Díaz
Obispo Auxiliar Diócesis de San Cristóbal de Las Casas

Señales de fe
IX Domingo Ordinario


I Reyes 8, 41-43: “Cuando los extranjeros oran al Señor, Él los escucha”
Salmo 116: “Que aclamen al Señor todos los pueblos”
Gálatas 1, 1-2. 6-10: “El que busca agradar a los hombres, no es servidor de Cristo”
San Lucas 7, 1-10: “Ni en Israel he hallado una fe tan grande”
Desencuentros
En las últimas semanas, tanto a nivel internacional como a nivel local, se han recrudecido las reivindicaciones y descalificaciones aduciendo razones de tipo religioso, a tal grado que se usa el nombre de Dios para agredir, para suicidarse, para matar o para buscar expulsiones de los territorios. Lo mismo en Francia que en Estados Unidos, lo mismo en Inglaterra que en Siria… y también en nuestros ambientes pueblerinos y en nuestras comunidades, se desprecia y se rechaza al que “no cree” lo que nosotros creemos, al que no sigue nuestros pasos, al que no tiene nuestras ideas religiosas. A tal grado, que el Papa Francisco afirma ante tales acontecimientos, que “decir que se puede matar en nombre de Dios, es simplemente una blasfemia” y rechaza tales expresiones de intolerancia. Insiste en la construcción del bien, uniendo a personas de todos los credos y posturas porque “hacer el bien es una acción de todos los hombres que son guiados hacia la bondad y no es algo exclusivo de los cristianos”. 
Un oficial muy especial
Si nos adentramos en la narración de este domingo descubriremos un mundo fascinante y nuevo, pero debemos tener en cuenta todos los señalamientos que de una manera insistente nos va haciendo San Lucas a lo largo de su Evangelio y que lo hacen aparecer como un enamorado de la misión universal, de los pobres y de ese Jesús que se compadece de los más pequeños. Quizás hoy tendríamos un poco de recelo para acercarnos al personaje que ocupa el papel estelar: un oficial romano. ¿No era el imperio romano, poder que aplastaba y esclavizaba al pueblo judío? ¿No eran los oficiales romanos el brazo visible de este poder? ¿No es la misión de Jesús, según las propias palabras de Lucas, abrir las prisiones y anunciar buena nueva a los pobres? Pues el oficial romano no aparece ni como del pueblo, ni como pobre, ni como sencillo… y sin embargo no es rechazado por Jesús, sino todo lo contrario: es alabado por su fe y puesto como ejemplo para el pueblo de Israel que no ha sido capaz de creer. 
Fe en ambiente pagano
¿Qué tiene de especial este oficial romano? En primer lugar San Lucas pretende romper esa absurda aseveración que sólo en Israel hay salvación: los caminos y los horizontes del Reino son mucho más amplios que la estrechez de nuestra mente y que la cerrazón de nuestro corazón. Fuera de Israel, fuera de los muros de nuestra Iglesia y de los espacios de nuestra religión, hay muchos hombres y mujeres que están construyendo sinceramente un mundo de bondad y justicia. Jesús es el primero en reconocerlos y en unirlos a su proyecto salvador. ¿Cuáles son las señales de esta buena voluntad y de este deseo de construir el Reino que, sin conocerlo, ofrece el oficial romano? Para comenzar hace gala de una fe poco común entre los judíos. No alardea ni se siente orgulloso de poseerla, porque la fe no es una bandera que se exhibe como una victoria, sino más bien parecería una vela encendida que se lleva en la mano en medio de la lluvia y del viento. Los creyentes no pueden sentirse como un ejército de soldados que cantan triunfalmente y que obligan a los demás a reverenciarlos. A Dios no le agrada ser amado como los soldados aman la victoria. La fe es semilla sembrada en la oscuridad y germinada en el anonimato, pero capaz de sostenerse en las más graves dificultades, porque está cimentada en el amor de un Dios que es fiel incondicionalmente, no en la fuerza o sabiduría de los hombres. Y este hombre, que pudiera presentarse como poderoso y exigir lo que necesita, se presenta suplicando y reconociendo su pequeñez y su indignidad. 
La fe busca la justicia
Pero además su fe no se queda en palabras y en un “yo creo” estéril, que pudiera sonar a ostentación. Su fe se convierte en práctica de justicia y de misericordia. Porque es de justicia que amos y esclavos tengan los mismos derechos aunque el imperio declare más poderosos y más merecedores de favores a los que más poseen. La fe y el deseo de justicia igualan a todos los hombres y mujeres, y este oficial romano nos da el ejemplo hermoso de romper las tradiciones del imperio y en convertirse en amigo de su “criado muy querido”. Qué contradictoria e incoherente es la realidad de los que nos decimos discípulos de Jesús, los que aseguramos tener fe en su Reino, y después despreciamos a los que no son de nuestro círculo o no pertenecen a nuestro grupo religioso o político. La fe, cuando cala en nuestro interior, supera las diferencias y nos hace a todos hermanos; abre nuestros ojos y nos descubre la fraternidad que hay entre todos los hombres y mujeres; rompe las barreras y las fronteras que nuestros egoísmos han construido. La verdadera fe va unida a la justicia. Este gran hombre además va más allá, pues aunque no tiene fe en el Dios de Israel, comprende el profundo anhelo de cada persona y, en lugar de restringir y coartar, ofrece ayuda para que puedan tener su espacio de oración y enseñanza construyendo una sinagoga. ¡Qué diferente de quienes buscamos destruir los edificios que no son nuestros, de destrozar imágenes o restringir el culto a espacios ocultos! La verdadera fe abre horizontes, no encarcela las mentes.
“Señor, yo no soy digno”
La fe no es una coraza que proteja y envanezca a quien la posee, la fe es reconocimiento de la propia pequeñez y la confianza en la grandeza de quien sabemos nos ama. El misterio de la fe, que es al mismo tiempo don divino y búsqueda humana, deja indiferentes sólo a las personas superficiales y autosuficientes que se contentan con exterioridades y que sepultan bajo una costra de cosas y placeres el anhelo íntimo de su espíritu. No es la falsa humildad de quien rehúye compromisos, sino la generosa entrega de todo lo que tenemos sabiendo que es poco y pequeño pero que en manos del Señor se multiplicará. La fe es reconocerse indigno del Señor pero anhelarlo con todas las fuerzas. La fe del oficial romano manifiesta la necesidad de estar en búsqueda, en espera de un encuentro, en el compromiso que al mismo tiempo eleva al Señor y se entrega en amor y servicio al hermano. 
Es el año de la fe y este oficial romano viene a cuestionarnos qué tan profunda es nuestra fe, cómo se manifiesta en el cuidado y el servicio a los más pobres, y cómo será siempre búsqueda, apertura, inquietud que tiende al bien, a la verdad y a la justicia. La fe en el Señor Jesús hace maravillas, une a los distintos y crea comunidad. ¿Es así nuestra fe?
Señor Jesús, mira nuestra pobre fe sacudida y cuestionada por los acontecimientos, adormecida y tibia, sostenida por cosas secundarias. Ilumínala y fortalécela. Creemos, Señor, pero aumenta nuestra fe. Amén.

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