lunes, 20 de agosto de 2012


DIÓCESIS

+Mons. Enrique Díaz Díaz

Obispo Auxiliar Diócesis de San Cristóbal de Las Casas


En tiempos de crisis, un Pan.


Proverbios 9, 1-6: "Coman de mi pan y beban del vino que les he preparado"
Salmo 33: "Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor"
Efesios 5, 15-20: "Aprovechen el momento porque los tiempos son malos"
San Juan 6, 51-58: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida"
Crisis que hacen crecer
"No sé cómo darle las gracias al Señor por todo lo que me ha dado y también por lo que me ha quitado", comienza a decir César tratando de explicarme su vida. Todo había ido de maravilla en su vida y ganaba más que lo necesario para vivir. "Derrochaba, no lo puedo negar, en vino, en lujos, en mujeres y todavía tenía lo suficiente para darme una vida sin preocupaciones. Me fui a una de las ciudades fronterizas y mi comercio por allá creció mucho. Todo era aparente felicidad y marchaba sobre ruedas. Llegó un ciclón, destruyó la ciudad donde me había instalado y todos mis negocios se fueron al fracaso. Uno o dos años fueron de completa desesperación. Mis hijos, mi esposa, todos me reclamaban los lujos que antes les daba… hasta que un día entendimos que la crisis era para unirnos. Regresamos a nuestro pueblo, todos juntos trabajamos, todos juntos comemos, todos juntos sufrimos y disfrutamos. Ciertamente tenemos menos que antes, pero en mi interior creo que es una vida mejor" .
Crisis y oportunidad
San Pablo en su carta a los Efesios parece que vive los momentos actuales y quisiera acercarse a nosotros, tomarnos por el hombro y darnos algunos consejos. Claro que escucha nuestras quejas y lamentos sobre todo lo que sucede y mira con asombro que decimos que todo está perdido y que nunca, como en el momento presente, habíamos tenido tantos problemas. Empieza a decirnos, suave pero firmemente: "No vivan como insensatos, sino como prudentes aprovechando el presente, porque los tiempos son malos". Él sabe mucho de dificultades que se transforman en oportunidad, de fracasos que llevan a la gloria, de viajes obligados que se convierten en caminos de evangelización y de cárceles que dan libertad de espíritu. Él ha sabido de las crisis sacar las oportunidades y tomarlas como un tiempo de gracia. Así que, en lugar de lamentos, nos encamina a darle vida y sentido a estos tiempos, pero nos pone las cosas muy claras: "No sean irreflexivos, traten de entender cuál es la voluntad de Dios. No se embriaguen, porque el vino lleva al libertinaje…" En esta carta, donde se nos presenta "prisionero por Cristo", nos exhorta a que descubramos la misión que Dios nos ha otorgado y a llenarnos del Espíritu Santo. Todos podemos tropezar y caer, pero no tenemos derecho a quedarnos tirados en el suelo. Debemos transformar cada instante, y hacerlo pleno y valioso. Que al mismo tiempo que demos gracias a Dios por todas las cosas, sepamos sacarles provecho para llevar una vida plena.
Plenitud en una mesa
Discernir lo que Dios quiere es la llamada que resuena en este día. El libro de los Proverbios se sirve del sencillo lenguaje de la comida y de las relaciones personales para describir la sabiduría. En nuestro mundo encontramos un surtido vastísimo de ofertas que venden felicidad, pero que alejan a las personas de un vivir auténtico: trepar a costa de los demás; satisfacer a plenitud nuestras ansias de tener; huir del esfuerzo, del riesgo y del dolor y meternos en una búsqueda individualista de la felicidad. La Sabiduría nos ofrece otro camino mucho más humano: aprender serenamente lo que es bueno, honrado y justo; descubrir la alegría en el encuentro con los hermanos y con la creación; cultivar la gratuidad y la donación; crear la cercanía solidaria con el dolor ajeno; empeñarnos seriamente en la construcción de un mundo más fraterno; y todo esto hacerlo llevando el proyecto de Dios en nuestro corazón. La forma en que lo presenta es una invitación a una mesa: "Vengan a comer de mi pan y de mi vino. Dejen su ignorancia y vivirán; avancen por el camino de la prudencia". Participar de la misma vida de Dios, participar de su misma bondad, nos llevará a la verdadera sabiduría y a la vida plena.
Un pan que transforma
En estas fibras íntimas, en carne viva, en lo profundo y más sagrado de cada persona, es donde se hace presente Jesús: "el pan que yo les voy a dar es mi carne, para que el mundo tenga vida". Una mesa compartida, unas ansias de felicidad y una promesa de vida plena, no son ajenos a los deseos profundos de cualquier persona de todos los tiempos. Y Jesús se hace carne y sangre para alimentar, fortalecer y dar sentido a nuestra vida, aquí y ahora, en medio de todas nuestras vicisitudes. Cuando se encarna en medio de nosotros, no es solamente presencia, sino da vida, salva y alimenta. La Encarnación no es sólo apariencia, sino realidad del Jesús que hecho carne se inserta profundamente en las aspiraciones de todo hombre, les da sentido y las plenifica. Cristo no se queda en la superficie, ni se contenta con apariencias, Cristo entra en carne viva en la historia del hombre, de todos y cada uno de los hombres. Se deja tocar, sentir, oler, partir y tragar. No es ideología que se aprende, se modifica y se desvirtúa. Es carne que se come y que da vida. Dios entra en nosotros a través del camino más natural, el de los sentidos. Se hace experiencia en cada comida compartida, en cada pan repartido y en cada Eucaristía celebrada.
En la crisis, el Pan: Jesús.
En un banquete se manifiesta la sabiduría, en un banquete Cristo nos abre la oportunidad de dar sentido a una vida que parecería absurda. El banquete es símbolo de comunión y de intimidad. Si, además, en este banquete tenemos como alimento la Carne y la Sangre de Jesús, adquiere una fuerza y una integración formidables. Cada Eucaristía nos asemeja más a Jesús y nos abre mil posibilidades para el encuentro con los hermanos. En cada Eucaristía tomamos la misma fuerza de Jesús que transforma nuestras caídas, nuestros fracasos en oportunidad de vida. Hoy también nos dice a cada uno de nosotros que es pan, carne y sangre para vida nuestra. Hoy nos llama a transformar nuestro dolor en fecundidad y nuestras dificultades en esperanza. Y lo hace ofreciéndose como el pan que nos da la vida plena. ¿Cómo estoy enfrentando mis problemas y dificultades? ¿Qué lugar ocupa Cristo en estas situaciones? ¿Qué sentido de comunidad, de mesa y participación, vivo con los demás?
Padre Bueno, tú quieres que nuestra comunidad sea ejemplo de fraternidad, de comunión, de compartir, de lucha por la vida, de experimentar la Eucaristía como fuente y culmen de nuestra vida cristiana, concédenos que, unidos a Cristo, busquemos la vida plena para toda la humanidad. Amén

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