sábado, 5 de mayo de 2012


DIÓCESIS

+Mons. Enrique Díaz Díaz

Obispo Auxiliar Diócesis de San Cristóbal de Las Casas



Permanecer V Domingo de Pascua


Hechos 9, 26-31: "Les contó cómo había visto al Señor en el camino"
Salmo 21: "Bendito sea el Señor. Aleluya"
I San Juan 3, 18-24: "Éste es su mandamiento: que creamos y que nos amemos"
San Juan 15, 1-8: "El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante".
Sin firmeza
Por fin se acercaba la fecha de ver cumplido un sueño largamente acariciado. Después de años de estar abandonada la autopista que une Tuxtla con San Cristóbal, estaba por terminarse un enorme puente que era lo único que los separaba. Obra maestra de ingeniería y orgullo de sus constructores, días antes de su inauguración y bendición, fuimos invitados con un grupo de personas para darnos a conocer los avances de su construcción. Faltaban sólo detalles y escasos metros para unir las dos estructuras corredizas que formarían el puente. Todo admirable en los nuevos sistemas de puentes, pero tanto a Don Felipe como a mí, nos parecían insuficientes y poco firmes las columnas que sostendrían no sólo el puente, sino las toneladas de peso de los vehículos que transitarían. "Ingeniero, me parecen poco firmes y poco seguras las columnas…" Se atevió a comentar Don Felipe. "Perdone, Monseñor, pero le he de decir que esta obra está diabólicamente calculada y no hay ningún peligro", respondió el ingeniero. El siguente domingo a nuestra visita caían estepitosamente las estructuras, sin que a la fecha se dé una explicación satisfactoria. Pasaron los años y ahora es una realidad el puente San Cristóbal pero... ¡con nuevas columnas! Aquellas, no resultaron firmes.
Yo soy la vid
Pocas imágenes tan queridas por la tradición profética para designar al pueblo de Israel como la de la Viña del Señor. Por eso resulta ahora toda una novedad que Jesús se adjudique para sí mismo esta imagen y afirme que Él es la verdadera vid, es decir que el verdadero pueblo de Dios no puede limitarse a Israel, sino que se abre a la nueva comunidad que Él funda en medio del mundo. Es curioso que Jesús no dice que Él sea un tronco desnudo; dice que es la vid, incluyendo todas las ramas, los retoños, los sarmientos y el fruto. ¿No nos estará exigiendo su mensaje centrarnos en esta interrelación y comunicación que se da entre el tronco y todos los sarmientos, con esa savia vital que se comunica a toda la planta? Una comunidad nueva, dinámica, intercomunicada, pero que brota del Padre que es el viñador, que va hacía el Padre porque su gloria consiste en que den muchos frutos y se manifiesten como discípulos. Una vid que es comunión, vitalidad, comunicación, pero no sólo con Jesús sino como una participación de la dinámica del Amor del Dios que es uno y trino, que es familia, que es amor.
Permanecer firmes y seguros
Dentro de la novedad en esta alegoría me llama la atención la insistencia de Jesús en la necesidad de "permanecer". Si revisamos cuántas veces nos lo dice en este pequeño pasaje, quedaremos sorprendidos. Miramos la vid y lo entendemos más. Es curioso al contemplar un sarmiento y percibir que a través de su aparente inmovilidad… ¡Tiene la vida por dentro! Fluye la savia que recibe impetuosa y la transmite con dinamismo a las hojas y a los frutos. Permanecer no es quedar inmóvil, indiferente o anquilosado. Permanecer no es solamente ocupar un lugar y morirse de aburrimiento. Lo que Jesús pide a sus discípulos es que sean fieles y se mantengan firmes y constantes en la vida que Él les ha comunicado. Sólo así se podrán producir los frutos que de ellos se esperan. Permanecer es respirar el espíritu de Jesús, continuar su dinamismo y que su savia fluya por todo nuestro ser. Permanecer es recibir toda la experiencia de Jesús y no dejarla ahogar en nuestro egoísmo sino transmitirla con entusiasmo. Permanecer en Jesús es ir asimilando sus criterios y transformarlos en energía que mueva nuestro mundo. Permanecer es todo, menos quedarse inmóvil e impasible. El verdadero sarmiento lleva la vida por dentro porque la recibe de Jesús y la transmite a pesar de los problemas y dificultades. Permanecer es cada día experimentar el amor de Jesús y continuar el proceso de transformación conforme a sus criterios.
Todos, un cuerpo
San Pablo lo vivió en una experiencia maravillosa en su conversión. Descubrió el rostro del Resucitado no sólo en la voz que lo derribaba por tierra, sino en la realidad expresada en sus palabras: "Yo soy Jesús a quien tú persigues". Un milagro inconcebible para los mismos cristianos que vivían en Jerusalén y que continuaban con sus temores "no creían que se hubiera convertido en discípulo". Sin embargo, él ya no puede quedarse impasible, lleva la fuerza en su interior y se lanza a predicar la buena nueva a pesar de las adversidades. Se descubre unido a Cristo, con sus mismos sentimientos, con su misión de llevar el Evangelio, pero también nos transmite en sus enseñanzas la misma realidad de la vid, pero aplicada al cuerpo donde todos somos uno aunque diferentes: "Porque así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros y todos ellos, a pesar de ser muchos, forman un solo cuerpo, así también es Cristo". Todos unidos por el mismo Espíritu formamos un solo cuerpo. Ésta es una bella realidad que nos tendría que hacer cambiar nuestra actitud no sólo hacia Cristo, sino también hacia nuestros hermanos porque con ellos formamos la verdadera vid que es Jesús.
Dar frutos
Esta permanencia y esta unión no pueden quedar sólo en bellos conceptos. Permanecer es estar firme a pesar de los vientos contrarios, permanecer es seguir unido aunque haya tempestades: y nos exige frutos y los frutos son muy concretos: justicia, verdad, fraternidad, compromiso, unión. San Juan en su primera carta, explota contra los que solemente "están ahí", o "aparentemente permanecen", y reclama: "No amemos solamente de palabra, amemos de verdad y con las obras". Una de las mayores tragedias que nos puede pasar como cristianos, es pensar que "permaner" es una pasividad e indiferencia, con una religión sin contacto ni compromiso con el Resucitado y con la vid que somos todos, como si un sarmiento pudiera mantenerse seco e indiferente ante la savia que circula por toda la planta. Todo sarmiento que está vivo tiene que producir fruto. La unión con Jesús y el Espíritu que Él infunde, llevan necesariamente a la actividad. No se entiende el discípulo de Jesús encerrado en sí mismo, apático, egoísta. Jesús es vivo y dinámico y nos impulsa a un compromiso serio con todos sus miembros, con todos los sarmientos, para que podamos dar buenos frutos.
Examinémonos, pues, muy bien a nosotros mismos, examinemos nuestro corazón y veamos si estamos unidos firmemente a Jesús o por el contrario, nos quedamos como sarmientos secos, pasivos e indiferentes. ¿Permanecemos en Jesús con esta vitalidad o solamente ocupamos un lugar? ¿Nos acomodamos a las apariencias de pertenencia sin dejarnos invadir por el Espíritu? ¿Qué frutos estamos dando: compromiso, justicia, alegría; o apariencias, privilegios y egoísmos?
Padre Bueno, viñador amoroso, que haces fluir tu Espíritu en nuestro interior, concédenos permanecer unidos a Jesús, la única y verdadera vid. Danos el dinamismo que nos haga crecer y la vitalidad para producir frutos de justicia y de paz. Amén.

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