lunes, 17 de enero de 2011




Herbert Castellanos está convencido que “debería ser un deber cultural de los chiapanecos” trabajar, para impulsar el consumo del chocolate, “con una nueva estrategia comercial que le de valor al producto

La importancia del cacao


La Independencia y la Revolución mexicana se fraguaron alrededor de una taza de chocolate, considera Herbert Castellanos.

Agrega el investigador en arqueología y antropología que la palabra kakaw (cacao) tiene su origen en el idioma mixe-zoque, que aun se habla en la región de Mezcalapa y que con “muy pocas variaciones”

Fredy Martín Pérez.
San Cristóbal de las Casas, Chis; 16 de enero.- La Independencia y la Revolución mexicana se fraguaron alrededor de una taza de chocolate, considera Herbert Castellanos.
Para ejemplificar, dice que cuando Miguel Hidalgo, Juan Aldama e Ignacio Allende, deben aligerar el levantamiento el 16 de septiembre de 1810, el cura pide a las cocineras preparar jarras de chocolate, para planificar el plan insurreccional y salir a las calles con el estandarte de la virgen de Guadalupe.
En el caso de la Revolución, cuando las tropas de Emiliano Zapata ingresan a la ciudad de México, los insurgentes toman chocolate en el Sambors de la calle que hoy se conoce como Francisco I. Madero.
Castellanos que ha estudiado durante los cinco años la historia del chocolate, dice que mil años antes de Cristo, el cacao “había cruzado el Istmo, desde el Pacífico hacia las pantanosas tierras costeras aledañas al Golfo de México”.
Y es el pueblo olmeca que aprovecha el cultivo, “domina la compleja tecnología que se requería para transformar las semillas en alimento y en la energética bebida”.
Agrega el investigador en arqueología y antropología que la palabra kakaw (cacao) tiene su origen en el idioma mixe-zoque, que aun se habla en la región de Mezcalapa y que con “muy pocas variaciones” usaban los olmecas hace 600 años de nuestra era.
Pero la historia del chocolate se entrecruza en San Cristóbal y es cuando el primer obispo de Chiapas, Fray Bartolomé de las Casas, lleva al cacique indígena q’eqchi’ Juan Matalbatz, ante los reyes de España para que conozcan el cacao en 1544.
Pero para el siglo IV de nuestra era, la cultura Maya, que estaba en pleno desarrollo, registra en su cerámica la importancia del cacao y su derivado el chocolate, como un “objeto de un especial consumo reservado para la aristocracia”.
“En muchos vasos cerámicos se pueden leer jeroglíficos en los que se hace referencia al uso del trasto para tomar el chocolate. Muchos de estos trastos son parte de ofrendas funerarias que acompañan los entierros de la elite gobernante con semillas de caco o bebida de chocolate”.
“A los guerreros se les ofrecía chocolate al regreso de las batallas y sin duda era una bebida utilizada en los ceremoniales políticos, religiosos y civiles. Tenían métodos para prepararlo y tomarlo con abundante espuma, aromatizándolo frecuentemente con achiote o vainilla o condimentándolo con mil o picante, según el gusto de los consumidores”, explica Herbert Castellanos.
Cuenta que hay registros arqueológicos donde la madre del rey Pakal, Muwaan Maat, tiene detrás de ella, una mata de cacao con tres frutos que pueden simbolizar sus tres hijos.
La máscara de Pakal, que es hallada en su entierro, tiene gráficos de flores de cacao y el collar que llevaba en su pectoral tiene diminutas mazorcas y flores.
En Jonuta, Tabasco, fue encontrada una estela de K’inich Kan Balam II, hijo de Pakal, que mandó construir el Templo de la Cruz Foliada en Palenque, con tres mazorcas de cacao en un collar de jade.
Conociendo la historia del cacao, Castellanos está convencido que “debería ser un deber cultural de los chiapanecos” trabajar, para impulsar el consumo del chocolate, “con una nueva estrategia comercial que le de valor al producto, desde las plantaciones donde se origina en las manos de los campesinos que aun le apuestan al cultivo de la planta ancestral”.

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