sábado, 1 de diciembre de 2012

DIÓCESIS
+Mons. Enrique Díaz Díaz
Obispo Auxiliar Diócesis de San Cristóbal de Las Casas

Jeremías 33, 14-16: “Yo haré nacer del tronco de David un vástago santo”




Salmo 24: “Descúbrenos, Señor, tus caminos”

I Tesalonicenses 3, 12-4, 2: “Que el Señor los fortalezca hasta que el Señor vuelva”

San Lucas: 21, 25-28. 34-36: “Se acerca su liberación”

El rescoldo

El hielo “negro” se extiende por la sierra michoacana, ese hielo vidrioso y transparente que dicen los campesinos provoca las más bajas temperaturas, que no se ve pero es el que más se siente. El aire frío se cuela entre las rendijas de la pobre casucha de madera que despierta silenciosa y taciturna. Apenas en la penumbra, todo tiembla, todo se congela, como si al amanecer más calara la helada. Doña Silvia, como cada mañana, se acerca al fogón cubierto de ceniza, que parece todo apagado. Sin embargo, sacude la ceniza y empieza a soplar con entusiasmo pues sabe que debajo de las blancas cenizas queda el tibio rescoldo. Primero una chispa débil aparece en la penumbra, después miles de chispas que suben lentas, y al final la llama constante que alumbra y calienta. No estaba apagado, como cada noche, por fría y oscura que sea, debajo de las blancas cenizas queda el tibio rescoldo. Como en la misma vida, debajo de los más oscuros dolores y de la más cruel herida, se esconde un brote de esperanza. Como el adviento que es brote de esperanza del añoso árbol de la historia. No todo está muerto, no todo está acabado, hay rescoldo de esperanza y vida que sólo espera el soplo de Espíritu para avivarse

Viene nuevamente

Cuando todo parece perdido, cuando todo parece oscuridad, cuando los más graves acontecimientos se ciernen sobre nuestras cabezas nos llega de improviso el adviento. Y el adviento es tiempo de esperanza, tiempo de ilusión, tiempo de retomar la vida en nuestras manos. Cuando el mundo entero parece sumergido en un gran caos y se escuchan los peores augurios para tiempos futuros, resuena la voz del Señor que nos llama y nos invita a levantar la cabeza y a esperar el tiempo de la liberación. Sí, queridos amigos, el Señor nos llama, está a la puerta gritando salvación. ¡Llama el Señor! ¡Nos llama, el Señor, en medio de nuestros desiertos! Nos llama a recuperar la alegría de la fe. Viene a nuestro encuentro, en cada circunstancia, para llenarnos de valor y de entereza, de audacia y de esperanza. ¿Seremos capaces de escuchar sus llamados para dejarnos guiar y llevar por Él? Vino, viene y vendrá el Señor. Para infundirnos ánimo y sacarnos de tantas fosas en las que nos hemos metido. Ahora, más que nunca, necesitamos salvación. Necesitamos al Salvador. Bienvenido sea el adviento, tiempo de esperanza y días que nos llevan por los caminos de Dios.

Un retoño de esperanza

Jeremías, ese profeta conocido más por sus quejas y lamentos, por sus condenas y reproches, este día tiene unas frases desconcertantes. Se ha cansado de mirar dónde pone la confianza el pueblo de Israel, lo ha visto caer y sufrir derrotas porque había puesto su confianza en los imperios vecinos, más que en la fuerza del Señor. Ha sufrido el desprecio, la cárcel y los insultos cada vez que ha propuesto nuevos caminos. Y sin embargo hoy nos ofrece palabras de esperanza y propuestas de nuevos caminos. Se atreve a gritar la promesa del Señor: “En aquellos días, yo haré nacer del tronco de David un vástago santo, que ejercerá la justicia y el derecho en la tierra”. Las palabras de Jeremías aseguran que el Señor está nuevamente buscando a su pueblo. No se ha cansado el Señor, el Señor nunca se cansa, siempre hará brotar nuevos retoños de esperanza. Sí, de lo que parecía muerto, de lo que estaba vencido, de donde ya no había esperanza, el Señor hace renacer un pequeño brote que pronto traerá justicia y derecho. Los hombres contemporáneos parecen no tener ningún deseo de Dios, pero Dios sigue teniendo la oferta de su amor para todos nosotros y cada adviento vuelve a soplar con su Espíritu para limpiar, descubrir y encender nuevamente la llama del amor. Dios a este mundo sumido en la corrupción y en la injusticia, le ofrece nuevamente la posibilidad de su amor.

Levanten la cabeza

El adviento nos hace mirar al futuro, hacia el final. No esperamos ciertamente la venida de Jesús a Belén, que ya sucedió, sino la venida de Jesús a cada uno de nosotros, a cada hogar y con Él, miramos hacia el final de la historia. Ante Él nos presentamos así, semidestruidos, sin ilusiones, sin esperanza. Como si se hicieran realidad las catástrofes que anuncia San Lucas, pero Jesús tiene palabras de esperanza. Jesús siempre genera esperanza aún en las situaciones más difíciles. Toda su existencia consistió en contagiar a los demás la esperanza que Él mismo vivía en lo más profundo de su ser. Y así hoy que nos sentimos derrotados, que nuevas tragedias se anuncian, hoy que parece que todo se derrumba, escuchamos sus palabras: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación”. Cristo nos previene para esos momentos difíciles. Pero no nos los presenta con fatalismo. Hay que estar atentos, hay que levantar la cabeza y hay que buscar el momento de la liberación, la liberación integral, la liberación plena. ¡Cómo me ilusiono y sueño en que a mi patria le podamos aplicar estas palabras! ¡Cómo mirar que se atienda con justicia a nuestro pueblo y que sea escuchado su dolor! Es posible y tengo esperanza porque el mismo Jesús nos lo anuncia. Pero no llegará sin nuestro compromiso, nuestro trabajo y nuestra participación. Jesús mismo propone los medios: “Estén alerta, para que los vicios, con el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida no entorpezcan su mente y aquel día los sorprenda desprevenidos” Sí, la esperanza que Jesús propone, no cae del cielo, ciertamente es un don, pero la esperanza se construye, se vive y se alcanza.



Adviento es tiempo de sueños y de ilusiones en medio de las dificultades. Pero ya sé que no basta soñar, hay que sembrar los sueños con trabajo, con dedicación, con honradez y ¡con oración!, nos dice Jesús: “Velen y hagan oración”. Y es que en la construcción del Reino no estamos solos, Jesús se compromete en la misma tarea. Si en el texto de este día nos habla de desastres escatológicos, no es para asustarnos o describir acontecimientos que van a suceder en el futuro, sino para darnos la fuerza y el coraje para superarlos y vivirlos a su estilo. Este primer domingo de adviento, es una invitación a la esperanza, a pesar de las adversidades: ¡Ánimo, levanten la cabeza, permanezcan despiertos! ¡El Señor ya está cerca!

Señor Jesús, retoño y esperanza de la humanidad, ayúdanos a levantar la cabeza y descubrir la luz que nos mantega firmes en el camino de justicia y de paz. ¡Ven, Señor Jesús!

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