jueves, 8 de noviembre de 2012

Washington festeja en grande el triunfo de Obama


WASHINGTON, Estados Unidos, nov. 7, 2012.- Como todos los días desde 1804, Thomas Jefferson observaba la capital de la Unión Americana. Una fría ciudad de Washington, que esperaba a que el día terminara, para saber quién llegaría a vivir al número 1600 de la Avenida Pensilvania: La Casa Blanca.


Desde temprano, minutos antes de las siete de la mañana, en casi todas las casillas montadas para este supermartes, se formaban largas filas de norteamericanos que buscaban hacer valer su derecho. Aquí no hay tinta indeleble, sino una pequeña estampa con las palabras «I voted» que la gente porta en su ropa con orgullo, no sólo por haber cumplido, sino por haber tenido la paciencia - casi perseverancia- de estar formado por más de cinco horas en los estados de Virginia, Ohio y Florida, en los que recaía el resultado de la elección.

El resto del día, en las calles, en las oficinas, en las escuelas, todo transcurría como un martes cualquiera, pero la noche no sería así. Todos los bares, restaurantes y centros de entretenimiento tuvieron horario especial. Había que festejar la democracia; aquí la noche de elecciones es una fiesta.

Las primeras proyecciones de los medios de comunicación eran poco representativas. Aquí, la presidencia no se gana con el mayor número de votos en las urnas, sino con el triunfo en los estados con mayor «valor». Aún así, el resultado de cada estado en las pantallas de la televisión era motivo de porras para Obama y abucheos para el republicano Romney, o viceversa.

Aunque esta ciudad es la capital, ninguno de los candidatos la programó como sede; Obama estuvo en Chicago, Illinois, y Romney en Boston, Masachussets. Sin embargo, un importante grupo de la campaña del presidente, se acuarteló, y después enfiestó, en un edificio sobre la calle 16, a una cuadra de la Casa Blanca.

En ese lugar, pasaba de todo; mientras unos festejaban por adelantado, otros comían o bebían cerveza fría. Mientras unos miraban atentos las decenas de pantallas con sus propias gráficas, tendencias y transmisión, otros continuaban haciendo campaña hacia el otro lado del país, donde -por el cambio de horario- las casillas cierran varías horas después. Pero otros monitoreaban la elección y las irregularidades que la gente denunciara, entre otras, falta de instalación de casillas, solicitud de identificación para poder votar, que aquí no es necesaria, pero sobre todo cierre temprano de casillas en estados clave como Florida.

Así pasó la noche, con resultados lentos pero sólidos. Cada estado empezaba a arrojar cifras y con ellas, las tendencias se empezaban a pintar en el mapa. La costa oeste cerró y la balanza favorecía a Obama. En cuestión de minutos rebasó los 200 puntos del Colegio Electoral, subió y subió, de pronto ganó Ohio y llegó a 274; el presidente Obama era reelecto. El resto de los resultados para el conteo final ya tenía poca importancia. Incluso Florida, sin resultado aún, había perdido relevancia.

La fiesta empezó en el centro de operaciones, pero también en la puerta de la Casa Blanca, en las calles, en cada pueblo, en cada estado. Norteamérica entera festejaba.

La capital no durmió esta noche. Miles de personas, en su mayoría jóvenes, salieron de sus casas a gritar la victoria. «¡O- ba-ma, O-ba-ma! ¡Cuatro años más, cuatro años más! ¡U-S-A, U-S-A!». Esas fueron las palabras que le quitaron el frío a esta noche de martes en Washington, DC, ciudad a la que esta tarde regresa triunfante la familia Obama.

»Hoy fue un gran día para mí como reportera» le dije a Adam, un taxista. «Hoy fue un gran día para América», me respondió. Ojalá que así sea.


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