DIÓCESIS
+Mons. Enrique Díaz Díaz
Obispo Auxiliar Diócesis de San Cristóbal de Las Casas
Ante el escándalo y la discriminación
XXVI Domingo Ordinario
Números 11, 25-29: “Ojalá que todo el pueblo de Dios fuera profeta”
Salmo 18: “Los mandamientos del Señor alegran el corazón”
Santiago 5, 1-6: “Sus riquezas se han corrompido”
San Marcos 9, 38-43. 45. 47-48: “El que no está con nosotros, está a nuestro favor. Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela”
Discriminación e injusticia
Al leer con atención las lecturas de este día, me sorprende la crudeza con que presentan las difíciles relaciones humanas y los extremos a los que llegamos los humanos en búsqueda de saciar nuestras ambiciones. Pero, a pesar de ser muy fuertes, se quedan cortas frente a la realidad que me lanzan al rostro las noticias de estos días. Pedro Ceriana Cerna, investigador argentino, afirma en Tapachula que los niños centroamericanos que llegan a nuestra patria, salen huyendo de su tierra y que aquí son recluidos en celdas de castigo en el interior de la estación migratoria en condiciones inadecuadas y luego son repatriados sin que sean evaluados, ni investigadas las causas que provocaron su emigración que muchas veces son situaciones de violencia, abusos o hambre. Volteo página y me encuentro con otra noticia, más grave, informando que un profesor ha violado a cuatro pequeños en San Cristóbal. Y viene una noticia peor, ¡si es posible!, “desmembrados y calcinados encuentran 7 asesinados en San Gregorio, en el tramo carretero entre Venustiano Carranza y Jiquilpan, Michoacán”. ¿Cómo estamos viviendo el evangelio? ¿No hay esperanzas?
Riqueza que mata
¿Hemos llegado al límite? ¿Nuestro mundo está condenado? Estas atrocidades, discriminaciones y violaciones que contradicen el evangelio, nos cuestionarán seriamente no sólo como discípulos de Jesús, sino como simples personas que deben respetar la dignidad y los derechos humanos. La maldad y la ambición siempre han existido, por eso Santiago tiene expresiones durísimas: “Lloren y laméntense, ustedes, los ricos, por las desgracias que les esperan. Sus riquezas se han corrompido; la polilla se ha comido sus vestidos; enmohecidos están su oro y su plata, y son como fuego contra ustedes”. Sus expresiones son una clara condena contra quienes han fincado su felicidad en las riquezas rompiendo la fraternidad y destruyendo personas. Cuando un hombre se deja esclavizar por los bienes, siempre lleva destrucción y muerte. La ambición ofusca su mente y acaba perdiendo su propia dignidad. Las discusiones de días pasados en torno a la nueva ley sobre el trabajo, dejaban al descubierto la triste realidad que invade nuestros corazones. Suenan muy actuales las palabras de Santiago: “El salario que ustedes han defraudado a los trabajadores está clamando contra ustedes: sus gritos han llegado hasta el oído del Señor. Han vivido entregados al lujo y al placer. Han condenado a los inocentes porque no podían defenderse”. Toda la riqueza de nuestro país y de nuestro planeta, en lugar de proporcionar felicidad y bienestar común, ha provocado luchas, guerras, divisiones y los lujos y placeres de unos cuantos.
¿Cortar lo podrido?
Jesús en el evangelio de este día nos da la pista para encontrar soluciones: “lo que sea ocasión de pecado hay que cortarlo”. Y no es que pretenda que vayamos por la vida sin un pie o sin una mano, sino que podamos darnos cuenta cuáles son las cadenas que nos están atando y cómo se ha endurecido nuestro corazón. Quien mira el mundo a través de los cristales del dinero y de la ambición, siempre acabará en corrupción, mentira y violencia directa contra sus hermanos. Las duras palabras de Jesús y la condena de Santiago responden a la crueldad y dureza de los delitos de quienes, al tener el poder, abusan de los débiles. El amor que Cristo proclama tiene que poner un freno total al abuso en contra de nuestros hermanos. Hay un impresionante mensaje de concordia y de paz en el Evangelio que se concretiza en el compartir y en el respetar al otro. El amor al prójimo impide toda injusticia, prohíbe todo engaño, condena la mentira, el escándalo y la opresión. La palabra de Jesús nos impulsa a entablar relaciones animadas por la rectitud y la justicia, denuncia sin ambigüedades la corrupción y promueve la solidaridad y la igualdad. Nos urge defender y promover los derechos humanos de cada persona, fundados en la ley natural inscrita en el corazón del hombre y que, como tales, son universales, inviolables e inalienables.
El escándalo
Entre estos derechos indudablemente están los derechos de los pequeños y sencillos. Y, aunque ya no conocemos mucho las piedras de molino, la acusación y condena de Jesús debe resonar fuerte para quienes directa o indirectamente permitimos el abuso y el escándalo de los pequeños: “Más le valdría que le pusieran al cuello una de esas enormes piedras de molino y lo arrojaran al mar”. No hay excusas ni pretextos para quien escandalice, viole o maltrate a uno de los inocentes. Se ha hecho gran escándalo, con toda razón, de los abusos de los sacerdotes, pero desgraciadamente esos abusos contra los pequeños no sólo son ahí, los encontramos en la escuela, en la familia, en los sitios de trabajo, en las calles. Tenemos que actuar, no para provocar pánico y desconfianza entre los pequeños, sino para ofrecer espacios de crecimiento seguros y dignos. Me temo que ahora nosotros, “adultos maduros”, hemos perdido la capacidad de escandalizarnos y permitimos que entren en nuestros hogares toda clase de pornografía, insultos y humillaciones a las personas. Hasta reímos “las gracias” de los pequeñitos que ya saben burlarse del indefenso como hace el artista en turno, que insultan y discriminan igual que la telenovela, o que imitan los chistes groseros, insultantes, que a diario están escuchando. Sin llegar a puritanismos tendremos que revisar si no estamos contaminando y escandalizando a estos pequeños que ya nos superan en picardía y que parece que han perdido la inocencia. ¿Qué podríamos hacer para tener espacios educativos que de verdad hagan crecer, enseñen valores y den fortaleza a sus corazones?
Abrir horizontes
El mensaje de este día nos ofrece también caminos de esperanza y nuevas soluciones. Tanto Moisés como Jesús nos invitan a abrir el corazón y a descubrir que más allá de nuestros límites hay muchas personas que están trabajando por la justicia, que han recibido el Espíritu y se comprometen en la construcción del Reino. Ahora que las crisis arrecian cómo nos vienen bien esos ejemplos. Hay muchos que están buscando el bien de nuestra patria, hay quienes se dicen dispuestos a grandes sacrificios, pero se necesita abrir el corazón y los oídos a las propuestas de los demás. La solución es la acogida, la escucha y la colaboración, más que la conquista o el tratar de hacer de los nuestros o de imponer nuestra idea por la fuerza. A veces es más fácil criticar que abrir el camino, descalificar que poner manos a la obra. Sin embargo hoy Jesús nos enseña que ni el sectarismo ni la intolerancia tienen sitio en la comunidad cristiana. No puede haber envidias porque otros hagan el bien. ¡Lo importante es que se haga! Jesús nos hace una llamada a la tolerancia, al respeto, a la alegría por el bien hecho sin importar quién lo haga. El discípulo, de ayer y de hoy, ha de saber valorar y trabajar, hombro con hombro, con todo aquel que busque el bien y luche por un mundo más justo y fraternal. Nadie que esté en búsqueda de la justicia deberá sentirse sólo y menos en oposición con el verdadero cristiano. Quien se entrega a favor de los débiles, de los humillados y abandonados, sea quien sea, en realidad está buscando el Reino de Dios, y debemos unirnos a su tarea. Tengamos la misma actitud de Jesús. Abramos los ojos y descubramos la gran cantidad de personas y grupos que trabajan por la vida y siembran el Reino, que ayudan, sonríen y luchan. Acojámoslos y alegrémonos con ellos, unamos nuestros esfuerzos a los de ellos. Después miremos nuestra vida: ¿qué necesito para ampliar mis horizontes? ¿Qué cáncer debo cortar? ¿Cómo superar las injusticias y la corrupción? ¿Cómo evitar el escándalo y la discriminación?
Señor Jesús, que has vencido con tu amor todo pecado, concédenos descubrir los caminos de tu Reino, luchar contra todo pecado, discriminación o escándalo, y unir nuestras fuerzas con todos los hombres para construir tu reino de amor. Amén.
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