DIÓCESIS
+Mons. Enrique Díaz Díaz
Obispo Auxiliar Diócesis de San Cristóbal de Las Casas
Pan para el camino
XIX Domingo Ordinario
I Reyes 19, 4-8: "Con la fuerza de aquel alimento, caminó hasta el monte del Señor"
Salmo 33: "Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor"
Efesios 4, 30-5,2: "Vivan amando como Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros"
San Juan 6, 41-51: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo"
En aquel tiempo, los judíos murmuraban contra Jesús, porque había dicho: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo", y decían: "¿No es éste, Jesús, el hijo de José? ¿Acaso no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo nos dice ahora que ha bajado del cielo?"
Jesús les respondió: "No murmuren, nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ése yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: Todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que procede de Dios. Ese sí ha visto al Padre.
Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron. Este es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida". (Jn 6, 41-51).
Sin fuerzas
Primero empezó a sentir mareos y debilidad, pero no quería decir nada a sus compañeros, no fueran a pensar que estaba rajándose a medio camino, después fue un dolor insoportable y por fin no supo nada de sí y cayó desmayado ante la sorpresa y confusión de sus amigos. Ciertamente es de complexión delgada y débil, pero no como para tener problemas al hacer las caminatas que todos los indígenas ordinariamente hacen con facilidad. Con todo el entusiasmo se enroló con todos sus compañeros en la caminata-peregrinación que año con año se organizaba para encontrarse en la Trinitaria con el Padre Eternito. Con las prisas y la emoción, no había tomado ningún alimento en la madrugada y ya para esas horas arreciaba el calor, así que de pura debilidad y falta de alimento cayó por tierra. Trataron de reanimarlo entre sustos y propuestas, quien le mojaba el pelo, quien le buscaba alcohol, otros buscaban darle un poco de aire. Don Jacinto, el único hombre ya mayor que los acompañaba, pronto entendió el problema. "Sin alimento no se puede caminar. El más fuerte y valiente se derrumba en los primeros en los primeros pasos si no ha comido nada. La tortilla y el agua son los mejores amigos para el camino"
Ganas de morir
"Basta ya, Señor. Quítame la vida, pues yo no valgo más que mis padres" Son las palabras de Elías fatigado y agobiado no sólo por la fatiga del camino, sino por la cruel persecusión que sufría de la perversa Jezabel a quien, juntamente con sus falos ídolos, había puesto en rídiculo. Esta última persecusión lo lleva hasta el hastío y cansancio, hasta sentir que no puede más, ya está harto de sufrir injustamente. Es el grito de muchos inocentes que sienten que su vida no tiene sentido y que han perdido toda ilusión. Es el grito de quien quiere ser fiel al Señor pero se encuentra con una lucha sorda, con un combante continuo y una guerra sin cuartel. Seguir al Señor, servir al Señor tiene una exigencia total. El Señor no engaña ni promete falsas ilusiones, manifiesta con franqueza las dificultades que implica seguirle. Hay que cargar la cruz de cada día, en todos los momentos, y la cruz pesa y cansa. El camino se hace largo y el cansancio aparece nublando los sentidos. Igual que Elías agobiados por el hambre y el cansancio, nos quejanos y renegamos de la dureza del camino. "Levántate y come, porque aún te queda un largo camino", son las palabras que escucha Elías y son las palabras de hoy nos dice Jesús a nosotros. Después de comer Elías vuelve a sonreir, una fuerza renovada lo anima, se siente capaz de continuar su rudo camino y recorrer la distancia que lo separa del monte de Dios. Con el alimento han desaparecido su angustia y su miedo, el cansancio y el tedio de muerte que lo atormentaban. Es cierto que sigue la rudeza del camino, pero ahora lo afronta con el estómago lleno y el corazón contento. El pan es buen amigo para el camino.
Creer en Jesús
Hoy hace Jesús una afirmación escandalosa: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo", que suscita muchas controversias y la murmuración de los dirigentes del pueblo. Entienden lo que significa el pan, tan importante en su cultura, tan necesario para la vida diaria, pero Jesús ha ido mucho más allá. No es lo que esperan de un Mesías, su propuesta de vida no coincide con las expectativas tan largamente esperadas. Que se presente ahora como el "pan" y que se diga "bajado del cielo" causa escándalo y para ellos no tiene explicación. Lo conocen desde su infancia, saben quiénes son sus padres y miran sólo su dimensión humana. No tiene ninguna relación con las promesas del Padre y con su proyecto de justicia revelado desde antiguo. Sin embargo, en esta autopresentación Jesús se nos manifiesta como la respuesta a las necesidades y esperanzas del ser humano y la única condición que impone es la fe. Las mismas críticas de entonces, de una u otra forma, se repiten ahora, diciendo que Jesús no aporta soluciones, que no son ciertas sus palabras. Pero Jesús sigue afirmando con seguridad que es pan de vida. Seguir a Jesús y creer en él, es tener vida eterna desde ahora. Jesús es el pan de esa vida, la alimenta con su testimonio, con su enseñanza y con la entrega de su existencia.
Jesús pan
Nosotros hemos hecho consistir la felicidad y la vida digna en cosas externas, como si los bienes y las apariencias pudieran llenar y satisfacer nuestros deseos de eternidad e inmortalidad. Cristo se presenta como el pan, muy concreto, en una realidad que choca a sus paisanos; pero además, proclama que da vida eterna porque nos lanza a mirar más allá, en lo profundo del corazón. La humanidad de Jesús nos debe llevar a valorar el hambre y la sed concretas e históricas en el camino de la vida. No puede haber vida digna cuando se muere de hambre y se sufren las consecuencias y enfermedades de la pobreza y la miseria. Pero no podemos conformarnos con llenar el estómago y dejar vacío el espíritu. Jesús propone asumir el paso de la vida humana con un total compromiso. El alimento, que es indispensable para vivir, es utilizado como metáfora para hacer ver que más allá de la dimensión humana de cada persona hay otra dimensión que requiere también ser alimentada. El ser humano, llamado a trascenderse a sí mismo, tiene que esforzarse también continuamente para que su ciclo de vida no se quede sólo en lo material. Conocer a Jesús, creer en él, es asumir su misma propuesta de una vida digna e íntegra para cada hombre y para todos los hombres.
Pan para el camino
Creer en Jesús es asumirlo como el pan diario, partido y compartido. Seguirlo es creer que, roto, puede dar unidad e integración a toda persona. Ser su discípulo es creer que hecho migaja se convierte en banquete de pobres y mendigos. El escándalo del pan, que causa murmuración de los judíos, es este Jesús que nos dice que compartiendo se puede saciar el hambre de todos, que amando se puede construir un mundo de fraternidad y que estamos llamados a vivir una vida en plenitud. El escándalo del pan, propuesto por Jesús, es una fuerte recriminación a las situaciones de miseria y hambruna que viven nuestros hermanos mientras unos pocos se atiborran de manjares; es el grito angustioso de los pequeños triturados por un sistema injusto; es el silencio de quien ya no tiene ni ilusión ni esperanza en una vida digna. Hoy Jesús no invita a creer en él y en la posibilidad de vivir conforme a su reino. Nos invita a que lo llevemos con nosotros para el camino, que lo hagamos nuestro amigo y confidente. Jesús es pan para el camino. La incredulidad es una tentación siempre presente y que empieza a echar raíces cuando organizamos nuestra existencia a espaldas de Dios. Cuando lo dejamos arrinconado y en silencio. No es que Dios no hable, es que llenos de ruido, ambiciones, posesiones y autosuficiencia, ahogamos su voz y no queremos percibir su presencia en medio de nosotros. ¿Consideras a Jesús pan para el camino? ¿Siempre lo llevas contigo?
Padre Bueno, que suscitas la fe y la esperanza en los corazones, haz arder los nuestros en una adhesión a tu Hijo, pan bajado del cielo, que nos lleve a fortalecer la vida verdadera y nos comprometa a compartir el banquete de tu Reino con todos nuestros hermanos. Amén.
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