jueves, 23 de agosto de 2012




DIÓCESIS




+ Felipe Arizmendi Esquivel




Obispo Diócesis de San Cristóbal de Las Casas




UN ORDEN QUE ES DESORDEN




HECHOS
Para muchas personas están terminando las vacaciones de verano; sin embargo, muchísimas otras nunca descansan y no tienen recursos para pasear y conocer otros lugares, ni siquiera de su propio municipio, región o provincia; si no trabajan diariamente, no tienen con qué comer. ¿Por qué este contraste?
Andando en comunidades chiapanecas que me corresponde visitar pastoralmente, duele en el alma ver casas malhechas con láminas, cartones, nylon, tablas, por donde entran el aire, la lluvia, los ratones y demás bichos del campo. Es obvia y retadora la pobreza de sus habitantes, que según cifras oficiales ha disminuido, pero que persiste como una llamada de atención a nuestra conciencia. Paso por la capital del país hacia Toluca, por Santa Fe, donde orgullosamente resaltan edificios y tiendas de un sector muy privilegiado económicamente, y me pregunto la causa de estas enormes diferencias entre unos y otros.
Hay creyentes que quisieran que no habláramos de estos temas. No falta quien diga que abordarlos es meternos en política y en asuntos que no nos corresponden, que nada tienen que ver con la Palabra de Dios. Sin embargo, la actitud de Jesús ante estos hechos es una invitación a no pasar como el sacerdote y el levita del templo de Jerusalén, que ni siquiera se acercaron a ver, mucho menos a atender, al herido que estaba al borde del camino.
CRITERIOS
Traigo a colación algo que el Papa Benedicto XVI dijo en su Exhortación Apostólica Africae munus, y que se aplica no sólo a Africa, sino a todo el mundo: "Invito a todos los miembros de la Iglesia a trabajar y abogar por una economía atenta a los pobres, oponiéndose resueltamente a un orden injusto que, bajo el pretexto de reducir la pobreza, ha contribuido tantas veces a incrementarla. Dios ha dado a Africa importantes recursos naturales. Ante la pobreza crónica de sus poblaciones, víctimas de la explotación y de malversaciones locales y extranjeras, la opulencia de ciertos grupos hiere a la conciencia humana. Constituidos para crear riqueza en sus propios países, y a menudo con la complicidad de quienes ejercen el poder, estos grupos aseguran con demasiada frecuencia sus propias operaciones en detrimento del bienestar de la población local.
En colaboración con los demás componentes de la sociedad civil, la Iglesia debe denunciar el orden injusto que impide a los pueblos consolidar sus economías y desarrollarse de acuerdo con sus características culturales. También es deber de la Iglesia luchar para que cada nación sea ella misma la principal artífice de su progreso económico y social y tome parte en la realización del bien común universal, como miembro activo y responsable de la sociedad humana, en condición de igualdad con otros pueblos" (No. 79).
PROPUESTAS
¿Qué podemos hacer tú y yo? A veces nos quedamos en una indiferencia pasiva, como si nada pasara, o nada pudiéramos hacer. Pero, si no podemos revertir todo un desorden institucional y estructural de los sistemas políticos, económicos y sociales, sí podemos y debemos tratar a los pobres con la dignidad que se merecen, sin desprecios ni olvidos, sin racismos inhumanos. Ellos valoran que se les respete, que se les tome en cuenta, que se les trate con atención y delicadeza, más que les regalen dinero o cosas. Podemos también compartirles algo de lo que tenemos, pues si todos compartimos algo, alcanza y sobra para los que no tienen.
Son necesarias las críticas y denuncias al sistema que se nos ha impuesto, pero no nos quedemos en eso. Cada quien veamos qué podemos hacer por los prójimos más próximos. Jesús no resolvió el hambre y la enfermedad de todo el mundo, sino de algunos cercanos en quienes volcó su amor misericordioso. Si tú y yo hacemos algo por quienes tenemos más cerca, este mundo será mejor.
Que los nuevos legisladores y gobernantes se planteen qué pueden hacer por los pobres, qué nuevas leyes y acciones pueden implementar, cómo pueden revertir el desorden sistémico. Que no sólo diseñen estrategias para escalar un nuevo puesto, sino que desgasten sus capacidades en construir una sociedad más justa y fraterna.

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