martes, 28 de agosto de 2012




¡AH LOS ABUELOS!




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Augusto Solórzano López
Las abuelitas y los abuelitos, somos el expediente clínico en dos pies y a veces sin ellos, pero también el archivo de la humanidad permanentemente abierto, el que da testimonio comprobado; el que muchos ignoran y pocos consultan.
Ser abuelos no es un oficio cualquiera, es una férrea tarea por la que hay que luchar para llegar; y una vez en la cementera el ejercicio no termina apenas comienza el sacrificio que otra vez los menos saben y los muchos ignoran.
Ese tramo de la vida es quizá el más doloroso, pero al mismo tiempo el más hermoso; es cuando vemos y hasta pronosticamos destinos y finales, de allí la prudencia de agudizar oídos y evitar la sordera.
Los abuelos son un cielo abierto lleno de rocas, selvas, ornamentos y jadines; una cantera en la que te puedes recrear, te puedes inclinar, llorar, platicar, reir con libertad y hasta sembrar, para aprender y cosechar.
La abuelita y el abuelo son manantiales mayormente desperdiados y poco explotados, son torrentes y son lagos, ríos, en donde todos propios y extraños pueden abrevar, conocer y entender su momento y su realidad.
Los abuelos somos la lluvia, la vegetación, la hoja que vuela y el rocío, aprisionados en un solo corazón, cuya puerta está siempre abierta para escuchar, dar y atender; Podemos ser el amanecer de tu interminable noche.
Los abuelos no somos el bulto del rincón, ni el ronquido de la habitación y tampoco la carga rechazada. Trascendemos el trajin de la vida y somos el bastón para todos los que quieran caminar a nuestro lado.
No somos el final de un discurso, ni la sucia política, somos el principio de los sueños y la ficciones de los que vienen detrás; somos el desenlace de la trama principal y dejamos el papel protagónico para que lo hagan los demás.
Quizá más que la felicidad nuestra, lo que nos preocupa es la de los demás y si los demás lo son, también nosotros lo seremos y en esa tarea nos empeñamos de día y de noche. Es la eterna preocupación de los viejos, los abuelos.
Esta casta nuestra es luz y paciencia, para poder comprender los permanentes enredos del exterior que hacen sufrir a tantos y los enigmas del interior; Los abuelos podemos ser la serenidad, pero, no la desgracia.
Los abuelos no somos el pro ni el contra, somos seres humanos como todos que al igual que los jovenes y los niños, creemos, lloramos, soñamos, amamos, sentimos y confiamos, pero, también caemos.
Así que los abuelos no nos detenemos en la posición de ser o no ser feliz; vamos más allá del yo y el ahora y así podemos afligirnos ya no tanto por lo nuestro, sino, por los satisfactores de los nuestros y de los demás.
Estamos convencidos de nuestro sitio, de lo que hemos hecho y lo que no. De nuestras fallas, pero tambén de nuestros aciertos y hemos guardado algo que muchos han dado en llamar la experiencia.
Pero también estamos ciertos que nada es inútil en esta vida y que si de algo sirve lo que tenemos, estamos prestos para concederlo a torrentes y sin ragateos de nada.

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