DIÓCESIS
+Mons. Enrique Díaz
Obispo Auxiliar Diócesis de San Cristóbal de Las Casas
La flor frente al fusil
Domingo de Ramos
Texto para los Ramos: San Juan12, 12-16: "Bendito el que viene en nombre del Señor"
Isaías 50, 4-7: "No aparté mi rostro de los insultos, y sé que no quedaré avergonzado"
Salmo 21: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Filipenses 2, 6-11: "Cristo se humilló a sí mismo, por eso Dios lo exaltó"
Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos. (14, 1-15, 47)
La flor frente al fusil.
Cosas del internet. En días pasados un grupo de jóvenes hizo una colección de las fotos más impresionantes y que más han influido. Por ahí destacaron dos fotografías. Aquella, inolvidable, que dio la vuelta al mundo de una mujer tsotsil que pretende con sus manos detener al militar armado, y la otra, mundialmente conocida, de Marc Riboud. El 21 de Octubre de 1967, millares de manifestantes se reúnen frente al Pentágono, en Washington, para protestar contra la guerra de Vietnam. Riboud siguió con su cámara a una determinada joven con una flor en la mano. Retrató el momento en que la muchacha intenta colocar la flor en un fusil de un soldado de la Guardia Nacional, una instantánea que acompañó al mundo hippie de aquellos años. Ella era Jan Rose y tenía 17 años. "Emotivas imágenes...y la flor en el fusil marcó el espíritu de una época. ¡Ojalá hubiera habido muchas flores más!" Es el comentario de uno de los jóvenes.
Entre el triunfo y el fracaso
Se me hacía muy difícil iniciar un comentario sobre esta Semana Santa por los signos de violencia que se han agravado, por la multitud de migrantes centroamericanos que a diario se pierden por nuestros caminos en busca de vida y alimento, por los niños maltratados, por las mujeres violentadas, y por una cadena innumerable de atropellos contra la dignidad de las personas que por momentos hacen que perdamos la esperanza. ¿Está todo perdido? ¿No hay esperanza para el mundo? Si miramos nuestros pobres esfuerzos y las pocas ganas que tenemos de cambiarlo, todo estaría perdido, pero si contemplamos a Jesús brotará nueva vida. Para alguno estos esfuerzos es como colocar una flor en el fusil, vano intento de detener la bala asesina; pero para el creyente, mirando a Cristo en esta Semana tan especial, es el inicio de una vida nueva, de una esperanza cierta y de otra forma de afrontar las dificultades. Curiosamente la Semana Santa inicia con una fiesta llena de regocijo, un día alegre en el que los gritos y las porras, los vivas y los hosannas resuenan por nuestras calles. Pero, ya en la misma Eucaristía, las lecturas cambian el ambiente. Isaías nos presenta la tragedia dolorosa del Siervo golpeado, insultado y con el rostro lleno de salivazos. Y los gritos de la pasión según san Marcos calan hondo, la traición, los insultos, las condenas… y por fin la muerte. ¿El fracaso? Así es el domingo de Ramos, como la propia vida, con las dos caras de la moneda que dan a la celebración un tono de auténtica ambigüedad, entre el triunfo y el fracaso.
La pasión hoy
Esta ambigüedad se transforma en un reto para cada uno de nosotros que queremos seguir y acompañar a Cristo y nos hace pensar qué significa el triunfo de un fracasado o el fracaso de un triunfador. Y no para dejarlo en el pasado, sino para mirar a Jesús encarnado vivamente en el presente a tal grado que nos obliga a preguntarnos qué es hoy para nosotros "entregar al hijo del hombre" y a quien representa hoy este "hijo del hombre". No podemos escondernos detrás de los ritos para olvidarnos de los migrantes, del terrorismo, de las mujeres y los niños maltratados, de los desempleados y el escándalo de una desigualdad insultante. Aquí es donde se hace presente tanto el domingo de Ramos como toda la pasión de la primera y de actual semana santa.
Un rey en un borrico
Es cierto que todos los signos que nos narran los evangelistas están cargados de referencias mesiánicas para el pueblo judío y cada detalle parece resaltar la realeza del "Rey que llega": el burrito que nadie ha montado y que Jesús se siente con derecho de solicitar; el anuncio a Sión para que deje sus temores y contemple a su rey que se acerca en el burrito; los cantos y hosannas dedicados especialmente a las recepciones reales; echar los mantos también tiene su sentido de realeza… todo hace alusión a un rey y sin embargo todo lo desmiente, porque está lejos de las intenciones de Jesús. No infundiría temor el rey montado en un burro, ni aclamado por los fuereños y la chusma, ni los raídos mantos de los pobres de la tierra tendidos a su paso. Y es que Jesús tiene otra forma de ser rey. Él es un rey que rompe los arcos de guerra, rey de la paz y un rey de la sencillez, un rey de los pobres. Es cierto que reivindica el derecho regio y quiere que se entienda que su camino y su actuación están cimentadas en las promesas antiguas, pero deja muy claro que su camino no es la violencia, aunque sí la verdad; y que no emprende una insurrección contra Roma, pero sí asume una postura de libertad. Su poder es de carácter diferente: reside en la pobreza de Dios, en la paz de Dios, que Él considera el único poder salvador. Parecería contradicción pero es el único camino para la paz, toda otra respuesta violenta engendrará más violencia.
Se anonadó
El bellísimo himno de San Pablo a los Filipenses puede dar marco a toda esta aparente contradicción que se manifiesta en la mezcla de Ramos y Cruces. Es el telón de fondo de toda la semana santa y el resumen del ministerio de Jesús. Es un canto y alabanza que Pablo retoma de la liturgia de las primeras comunidades y que explica el sentido de la cruz al mismo tiempo que de la exaltación. Nos lleva de la mano a contemplar a Jesús que desde su condición divina se abaja a la condición humana y nos enseña que el fundamento de una verdadera convivencia fraternal exige siempre la humildad, el olvido de sí, la ternura y compasión… todo lo contrario a la vanagloria y la búsqueda del interés propio. Tienen sentido nuestros dolores y nuestros ideales porque "Jesús se anonadó tomando la forma de siervo de Dios… porque haciéndose hombre, se humilló y se hizo obediente hasta morir en la cruz". Así, este himno al mismo tiempo que nos coloca en un clima de triunfo y aclamación, nos hace pasar por el mismo camino que recorrió Jesús para obtener la exaltación sobre todas las cosas. Él sale a nuestro encuentro y nos incorpora a su "subida" hacia la cruz y la resurrección, hacia la Jerusalén definitiva que, en comunión con toda la humanidad y con su Cuerpo, se está desarrollando en medio de este mundo.
Iniciemos esta Semana con Jesús uniéndonos a su entrada en Jerusalén que dice mucho más que muchas palabras. Es una propuesta de anti-reino, busca un reino de paz y justicia para todos, no un imperio construido con violencia y opresión. Montado en su pequeño asno, Jesús aparece ahora como un profeta, portador de un orden nuevo y diferente, opuesto al que quieren imponer los poderosos del mundo. Su humilde entrada se convierte en dura crítica contra todas nuestras entradas triunfales montadas en la soberbia, el orgullo y la vanagloria. ¿Cómo vivir este radical cambio que nos propone Jesús? ¿Qué signos podemos hacer esta semana santa que manifiesten que estamos aceptando su Reino? ¿Qué estamos haciendo frente a la violencia y a la corrupción? ¿Qué espera Jesús de nosotros en este día de Ramos/Pasión? Al menos esperará que creamos en la fuerza de la flor frente al fusil, del amor frente al odio, y de la verdad frente a la corrupción.
Aumenta, Padre bueno, la fe de los que ponemos en ti nuestra esperanza y concede a quienes agitamos las palmas en honor de Cristo victorioso, permanecer unidos con Él en la construcción de su nuevo Reino para dar frutos de justicia y de paz. Amén.
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