DIÓCESIS
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Diócesis de San Cristóbal de Las Casas
¿QUE NOS DEJÓ LA VISITA DEL PAPA?
HECHOS
Fortalecidos en la fe y la esperanza, regresamos quienes participamos en la visita del Papa a nuestra patria. Aunque no faltan comentaristas de mirada obtusa, de entrañas avinagradas, de corazón unilateral, ignorantes en asuntos eclesiales, que siempre se empeñan en traer a colación errores clericales y crímenes de pederastia, para así disminuir o ensombrecer los éxitos y las bondades de la presencia del Papa entre nosotros, todos los que estuvimos cerca de él y del pueblo que lo buscó, lo siguió, lo aclamó y lo escuchó, hemos fortalecido nuestra adhesión a Jesucristo y a su Iglesia. Confirmamos nuestro compromiso para seguir trabajando por el México justo, pacífico y solidario al que nos convocó el Papa.
Nos conmueve, nos anima y nos cuestiona la forma en que se manifestó nuestro pueblo que se nos ha confiado: cálido, hospitalario, respetuoso, católico, cercano al Papa y a sus obispos. Hubo multitudes incontables, ríos humanos de personas de toda clase social, entusiastas e incansables, sacrificadas y deseosas de expresar su adhesión al Sucesor de Pedro. Nos alienta mucho la sorprendente cantidad de jóvenes, que se hicieron presentes en todos los eventos, con su entusiasmo y su capacidad de sacrificio y de servicio voluntario. Es el otro rostro de la juventud.
Resalto también la cercanía del Papa. Su actitud no responde al cliché que le atribuyen quienes no lo conocen. Lo vimos cercano, cariñoso, amable, atento, dulce, además de inteligente y profundo. En sus mensajes, dijo lo esencial sobre nuestros problemas fundamentales, sin ahondar demasiado en ellos y sin tocarlos todos, pues no se trataba de una exposición magistral como las que hace en otras ocasiones, sino de alentarnos en la esperanza. Quien lea y analice con mente humilde y corazón abierto sus palabras, encontrará una gran luz para la vida.
CRITERIOS
He aquí algunas de sus respuestas a preguntas de periodistas en el vuelo de Roma a México: «México, además de todas sus grandes bellezas, tiene el grave problema del narcotráfico y de la violencia. Ciertamente es una gran responsabilidad de la Iglesia católica en un país con el 80 % de católicos. Tenemos que hacer lo posible contra este mal, destructivo para la humanidad y para nuestra juventud. Ante todo hay que anunciar a Dios. Dios que es juez y nos ama. Pero nos ama para llamarnos al bien y a la verdad contra el mal. Por lo tanto, es una gran responsabilidad de la Iglesia educar las conciencias, educar a la responsabilidad moral y desenmascarar el mal. Desenmascarar esta idolatría del dinero que esclaviza a los hombres; desenmascarar estas falsas promesas, la mentira, el engaño. Debemos ver que el hombre tiene necesidad del infinito. Es importante la presencia de Dios que nos guíe, que nos señale la verdad.
La Iglesia siempre debe preguntarse si hace lo suficiente por la justicia social en este gran continente. ¿Qué debe hacer la Iglesia, que es lo que no puede y no debe hacer? La Iglesia no es un poder político, no es un partido, pero es una realidad moral, un poder moral. Debe ser una realidad moral. Repito una vez más: el primer pensamiento de la Iglesia es educar las conciencias y crear así la responsabilidad necesaria. Educar las conciencias individuales y públicas. Tal vez hay en muchos católicos una cierta esquizofrenia entre la moral individual y la moral pública: individualmente son creyentes católicos, pero en la vida pública siguen otros caminos que no responden a los grandes valores del Evangelio, que son necesarios para el establecimiento de una sociedad justa. Es bueno educar para superar esta esquizofrenia, educar no sólo a una moral individual, sino a una moral pública".
PROPUESTAS
Lea usted y medite íntegros los mensajes del Papa. No se quede con lo que dijeron algunos comentaristas que, aunque se digan católicos, conocen poco de Iglesia y la juzgan con criterios muy raquíticos. Dejémonos interpelar, para que su visita no quede en algo anecdótico y superficial, sino que sea una semilla que dé abundantes frutos, en un corazón bien dispuesto. Evitemos la esquizofrenia religiosa.
Fortalecidos en la fe y la esperanza, regresamos quienes participamos en la visita del Papa a nuestra patria. Aunque no faltan comentaristas de mirada obtusa, de entrañas avinagradas, de corazón unilateral, ignorantes en asuntos eclesiales, que siempre se empeñan en traer a colación errores clericales y crímenes de pederastia, para así disminuir o ensombrecer los éxitos y las bondades de la presencia del Papa entre nosotros, todos los que estuvimos cerca de él y del pueblo que lo buscó, lo siguió, lo aclamó y lo escuchó, hemos fortalecido nuestra adhesión a Jesucristo y a su Iglesia. Confirmamos nuestro compromiso para seguir trabajando por el México justo, pacífico y solidario al que nos convocó el Papa.
Nos conmueve, nos anima y nos cuestiona la forma en que se manifestó nuestro pueblo que se nos ha confiado: cálido, hospitalario, respetuoso, católico, cercano al Papa y a sus obispos. Hubo multitudes incontables, ríos humanos de personas de toda clase social, entusiastas e incansables, sacrificadas y deseosas de expresar su adhesión al Sucesor de Pedro. Nos alienta mucho la sorprendente cantidad de jóvenes, que se hicieron presentes en todos los eventos, con su entusiasmo y su capacidad de sacrificio y de servicio voluntario. Es el otro rostro de la juventud.
Resalto también la cercanía del Papa. Su actitud no responde al cliché que le atribuyen quienes no lo conocen. Lo vimos cercano, cariñoso, amable, atento, dulce, además de inteligente y profundo. En sus mensajes, dijo lo esencial sobre nuestros problemas fundamentales, sin ahondar demasiado en ellos y sin tocarlos todos, pues no se trataba de una exposición magistral como las que hace en otras ocasiones, sino de alentarnos en la esperanza. Quien lea y analice con mente humilde y corazón abierto sus palabras, encontrará una gran luz para la vida.
CRITERIOS
He aquí algunas de sus respuestas a preguntas de periodistas en el vuelo de Roma a México: «México, además de todas sus grandes bellezas, tiene el grave problema del narcotráfico y de la violencia. Ciertamente es una gran responsabilidad de la Iglesia católica en un país con el 80 % de católicos. Tenemos que hacer lo posible contra este mal, destructivo para la humanidad y para nuestra juventud. Ante todo hay que anunciar a Dios. Dios que es juez y nos ama. Pero nos ama para llamarnos al bien y a la verdad contra el mal. Por lo tanto, es una gran responsabilidad de la Iglesia educar las conciencias, educar a la responsabilidad moral y desenmascarar el mal. Desenmascarar esta idolatría del dinero que esclaviza a los hombres; desenmascarar estas falsas promesas, la mentira, el engaño. Debemos ver que el hombre tiene necesidad del infinito. Es importante la presencia de Dios que nos guíe, que nos señale la verdad.
La Iglesia siempre debe preguntarse si hace lo suficiente por la justicia social en este gran continente. ¿Qué debe hacer la Iglesia, que es lo que no puede y no debe hacer? La Iglesia no es un poder político, no es un partido, pero es una realidad moral, un poder moral. Debe ser una realidad moral. Repito una vez más: el primer pensamiento de la Iglesia es educar las conciencias y crear así la responsabilidad necesaria. Educar las conciencias individuales y públicas. Tal vez hay en muchos católicos una cierta esquizofrenia entre la moral individual y la moral pública: individualmente son creyentes católicos, pero en la vida pública siguen otros caminos que no responden a los grandes valores del Evangelio, que son necesarios para el establecimiento de una sociedad justa. Es bueno educar para superar esta esquizofrenia, educar no sólo a una moral individual, sino a una moral pública".
PROPUESTAS
Lea usted y medite íntegros los mensajes del Papa. No se quede con lo que dijeron algunos comentaristas que, aunque se digan católicos, conocen poco de Iglesia y la juzgan con criterios muy raquíticos. Dejémonos interpelar, para que su visita no quede en algo anecdótico y superficial, sino que sea una semilla que dé abundantes frutos, en un corazón bien dispuesto. Evitemos la esquizofrenia religiosa.
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