jueves, 12 de enero de 2012
Tras la renuncia de Gabino Zavala, quien fuera obispo auxiliar en la arquidiócesis de Los Ángeles, Estados Unidos, por confesar ser padre de dos hijos y haber violado la castidad de los sacerdotes,
El obispo Felipe Arizmendi Esquivel, aseguró que “es un caso que avergüenza y duele, que nunca debió haber sucedido”.
ALBERTO HERNÁNDEZ
Tras la renuncia de Gabino Zavala, quien fuera obispo auxiliar en la arquidiócesis de Los Ángeles, Estados Unidos, por confesar ser padre de dos hijos y haber violado la castidad de los sacerdotes, el obispo de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas, Felipe Arizmendi Esquivel, aseguró que “es un caso que avergüenza y duele, que nunca debió haber sucedido”.
En su mensaje de media semana, el prelado señaló que el caso ocurrido con este religioso de origen mexicano, que fue obispo auxiliar en aquella zona desde 1994, es lamentable, porque “es una deshonestidad no haberse retirado a tiempo”, dijo.
Felipe Arizmendi aseguró que esto “es fruto de la laxitud moral que promueve la cultura moderna, del libertinaje sexual que se difunde con tanta profusión en la sociedad y en los medios de comunicación”.
“El Papa no ha dudado un momento en pedirle que se retire, asuma su responsabilidad y no cause más daño a los fieles”, agregó.
Aseguró que puede parecer que es de otras épocas tratar de educar en la castidad y en la virginidad a los hijos y a los jóvenes ya que pareciera que es antinatural formarse en el autocontrol sexual; “pareciera que todo se resuelve con condones y métodos anticonceptivos. Los libertinos se burlan cuando insistimos en que es necesaria una moral sexual, privada y pública, y ahora se escandalizan cuando un clérigo falla; o se solazan, porque así se legitiman en sus propios vicios”, aseveró.
Al preguntarse “¿Cómo evitar que sacerdotes lleven una doble vida, traicionando los compromisos sagrados que libremente hicieron?”, afirmó que se debe revisar la formación desde los Seminarios, pero “lograr una madurez afectiva y sexual es un proceso que dura toda la vida”.
Tampoco que se diga que el celibato es antihumano, aclaró, pues “les demostramos lo contrario quienes lo vivimos con serenidad, gozo y fecundidad espiritual”. Finalmente, el religioso aseguró que en la formación de los jóvenes que desean dedicarse al sacerdocio, no sólo debe ayudar el seminario, sino también las familias, los grupos juveniles, las parroquias y la comunidad eclesial, “creando un ambiente que ayude a los seminaristas a madurar en su trato con toda clase de personas, y discerniendo quiénes son idóneos para el sacerdocio, y quiénes no, para que a tiempo busquen otra opción vocacional”.
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