DIÓCESIS
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
JUAN PABLO II, JESUCRISTO E INDIGENAS
VER
Estamos recibiendo en Chiapas las reliquias del Beato Juan Pablo II. En Roma, estuve largos ratos con él en su tumba. Aunque no faltan sectores a quien esto les es indiferente y hasta chocante, el pueblo percibe quién le ama, quién le lleva a Jesucristo, y se vuelca en expresiones de cariño, gratitud y veneración. Un pastor protestante dice que eso es idolatría y que deberíamos centrarnos en Jesucristo. Si de veras conociera a este Papa, sabría que siempre nos invitó al encuentro vivo con Jesús, abrirle las puertas, convertirnos a su Evangelio y construir un nuevo mundo, a partir de esta fe cristocéntrica.
Aunque algunos digan que esta peregrinación de nada sirve al país, que es una enajenación piadosa y transitoria, un consuelo estéril, el pueblo sencillo se siente fortalecido y consolado, cuando todo le es adverso e incierto. Los pobres sienten la cercanía de Dios y de su Iglesia, y no les importa desvelarse y caminar, hacer largas filas, con tal de estar cerca de quien consideran su pastor santo, que desgastó su vida en bien de la humanidad, particularmente de los marginados, como son los indígenas.
Chiapas tiene una alta población indígena. En el Estado, hay casi 1,250,000: tseltales (461,000), tsotsiles (417,000), ch’oles (191,000), tojolabales (53,000), zoques (53,000), kanjobales, chujes, cakchiqueles, queqchíes, acatecos, originarios de Guatemala que se han asentado aquí, unas minorías mam, lacandón, motozintlecos, y grupos de zapotecos, mixtecos, mayas, nahuatlacos, etc. Retomo alguna de tantas intervenciones de Juan Pablo II en su defensa.
JUZGAR
Al inicio de su pontificado, en 1978, dijo unas palabras programáticas, que retomó su sucesor: “¡No teman! ¡Abran, más todavía, abran de par en par las puertas a Cristo! ¡No tengan miedo de Cristo! Él no quita nada y lo da todo. Quien se da a Él, recibe el ciento por uno. Sí, abran, abran de par en par las puertas a Cristo y encontrarán la verdadera vida”. Al inaugurar la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Puebla, en 1979, puso este trípode, como cimiento de todo: Jesucristo, Iglesia, Hombre. Siempre nos motivó a buscar a Cristo en su Palabra, en los Sacramentos, en la Eucaristía y en los pobres.
En muchas partes habló a los indígenas. Resalto lo que dijo en Quetzaltenango, Guatemala:
“La Iglesia os presenta el mensaje salvador de Cristo, en actitud de profundo respeto y amor. Ella es bien consciente de que cuando anuncia el Evangelio, debe encarnarse en los pueblos que acogen la fe y asumir sus culturas. La obra evangelizadora no destruye, sino que se encarna en vuestros valores, los consolida y fortalece. Hace crecer las semillas esparcidas por el Verbo de Dios, que antes de hacerse carne para salvarlo todo y recapitularlo todo en El, estaba en el mundo como luz verdadera que ilumina a todo hombre. Esto, sin embargo, no impide que la Iglesia , fiel a la universalidad de su misión, anuncie a Jesucristo e invite a todas las razas y a todos los pueblos a aceptar su mensaje. Así, con la evangelización, la Iglesia renueva las culturas, combate los errores, purifica y eleva la moral de los pueblos, fecunda las tradiciones, las consolida y restaura en Cristo.
La Iglesia no sólo respeta y evangeliza los pueblos y las culturas, sino que ha sido defensora de los auténticos valores culturales de cada grupo étnico. También en este momento la Iglesia conoce, queridos hijos, la marginación que sufrís; las injusticias que soportáis; las serias dificultades que tenéis para defender vuestras tierras y vuestros derechos; la frecuente falta de respeto hacia vuestras costumbres y tradiciones. Por ello, al cumplir su tarea evangelizadora, ella quiere estar cerca de vosotros y elevar su voz de condena cuando se viole vuestra dignidad de seres humanos e hijos de Dios; quiere acompañaros pacíficamente como lo exige el Evangelio, pero con decisión y energía, en el logro del reconocimiento y promoción de vuestra dignidad y de vuestros derechos como personas. No os dejéis instrumentalizar por ideologías que os incitan a la violencia y a la muerte” (9 marzo 1983).
ACTUAR
Al venerar sus reliquias, pidamos al beato Juan Pablo II nos ayude a adherirnos de corazón a Jesucristo, nuestro único Salvador, amar a los pobres y a los indígenas. Podemos pedir salud, paz con justicia y dignidad para la patria, pero sobre todo que seamos un México siempre fiel a su vocación cristiana.
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