jueves, 29 de septiembre de 2011
DIÓCESIS
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Auxiliar Diócesis de San Cristóbal de Las Casas
LO DIVINO Y LO HUMANO DE LA IGLESIA
VER
Escribo desde Roma, donde asesoro los ejercicios espirituales de un centenar de sacerdotes mexicanos, que estudian diversas especialidades, preparándose en universidades eclesiásticas para regresar al país y servir en los ministerios que se les confiarán en sus diócesis. Forman un ambiente fraterno, donde se estudia, se juega, se ora y se comparte. Son una esperanza para que la Iglesia en México fortalezca la evangelización integral.
Una de mis devociones al estar en Roma, es rezar el Rosario en la plaza de San Pedro. Cuando medito el misterio del nacimiento de Jesús en la pobreza de Belén, o su muerte en la cruz, y contemplo la majestuosa columnata de Bernini, la esplendorosa basílica de San Pedro, la estructura eclesial en su más alta esfera jerárquica, las grandes multitudes que acuden a este lugar, por una parte aprecio la acción del Espíritu, que conduce a su Iglesia a través de la historia, con sus luces resplandecientes de santidad y de servicio a la humanidad; por otra, descubro las sombras de contaminación mundana, de poder terrenal, de pecado. La Iglesia es, en efecto, luz de las naciones, santa y esplendorosa, pero también pecadora, limitada y necesitada de purificación, pues está constituida por elementos humanos y divinos. Y esto no sólo en su jerarquía, sino en todo el Pueblo de Dios.
JUZGAR
Los periodistas que acompañaron al Papa Benedicto XVI en su reciente viaje pastoral a Alemania, le preguntaron: “En los últimos años, se ha dado un aumento de los abandonos en la Iglesia, en parte a causa de los abusos cometidos contra menores por miembros del clero. ¿Cuál es su sentimiento sobre este fenómeno? ¿Qué les diría a quienes quieren abandonar la Iglesia?”
Respondió: “Ante todo, tenemos que distinguir el motivo específico por el que se sienten escandalizados por estos crímenes, que se han registrado en estos últimos tiempos. Puedo comprender que, a la luz de estas informaciones, sobre todo si son personas cercanas, uno diga: ‘Esta ya no es mi Iglesia. La Iglesia era para mí fuerza de humanización y de moralización. Si los representantes de la Iglesia hacen lo contrario, ya no puedo vivir con esta Iglesia’. Esta es una situación específica. Generalmente los motivos son múltiples en el contexto de la secularización de nuestra sociedad. En general, estos abandonos son el último paso de una larga cadena de alejamiento de la Iglesia. En este contexto, me parece importante preguntarse: ¿Por qué estoy en la Iglesia? ¿Estoy en la Iglesia como en una asociación deportiva, una asociación cultural, etc., en la que encuentro respuesta a mis intereses, y si ya no es así, me voy? ¿O estar en la Iglesia es algo más profundo?.
Yo diría que es importante reconocer que estar en la Iglesia no quiere decir formar parte de una asociación, sino estar en la red del Señor, que pesca peces buenos y malos de las aguas de la muerte para llevarlos a las tierras de la vida. Puede ser que en esta red esté junto a peces malvados, y los siento, pero es verdad que no estoy aquí por éste o por el otro, sino porque es la red del Señor, que es algo diferente a todas las asociaciones humanas, una red que toca el fundamento de mi ser. Hablando con estas personas creo que tenemos que ir hasta el fondo de la cuestión: ¿Qué es la Iglesia? ¿Cuál es su diversidad? ¿Por qué estoy en la Iglesia, aunque se den escándalos terribles? Así se puede renovar la conciencia del carácter específico de ser Iglesia, pueblo de todos los pueblos, pueblo de Dios, y aprender así a soportar también los escándalos y trabajar contra los escándalos, formando parte precisamente de esta gran red del Señor” (22-IX-2011).
ACTUAR
Trasciende, ve más allá de lo visible en la Iglesia. No la abandones, poniendo como razón o pretexto las deficiencias de fieles y pastores. Comprende que Jesús la estableció con seres humanos, no con ángeles. Aunque nos duelen sus pecados, son parte de su historia. Esto no es una justificación, sino una realidad con la que debes contar, si no quieres excluirte de ella o sólo criticarla. Como no por el hecho de que tus padres o hermanos tengan fallas, vas a dejar tu familia; así, tampoco te alejes de la Iglesia, sino luchemos juntos por purificarla, santificarla, embellecerla, para que sea digna de su identidad y misión: hacer presente al amor de Dios en Cristo, por la fuerza del Espíritu. Sintámonos orgullosos de la hermosura de nuestra Iglesia, y seamos humildes para reconocernos pecadores necesitados de conversión permanente.
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