OPERATIVO MOCHILA EN PREPARATORIAS
Carlos Hiram Culebro Sosa (*)
El convoy estuvo conformado por patrullas de la Policía Municipal de Tuxtla, personal de la Secretaría de Seguridad Municipal trasladando sofisticado equipo de fabricación inglesa, automóvil en que viajaba personal de la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH), otro más custodiando a un perro, y el conducido por el suscrito en representación de la Secretaría de Educación. La caravana era escoltada por policías en motocicleta.
Al arribar a las preparatorias de Tuxtla el procedimiento fue siempre el mismo: solicitar al director del plantel que dispusiera que se cerraran los accesos a la escuela para que no saliera ningún estudiante, y conducir a sus visitantes por todo el centro educativo con el equipo inglés que permite detectar drogas prohibidas en un radio de 700 metros, hasta cuatro metros bajo tierra y en sangre.
Condición indispensable es que los estudiantes permanecieran en sus salones de clase, por lo que en ningún momento se interrumpió el proceso de enseñanza-aprendizaje.
La revisión fue previamente autorizada por el Mtro. Javier Alvarez Ramos, titular de la Secretaría de Educación; en otro momento, los responsables de las escuelas registradas habían aceptado –ante el Lic. Francisco Javier Cruz Hernández, Director de Educación Media- ser informados del operativo dos días antes de su ejecución.
El resultado fue que las seis escuelas inspeccionadas –tanto del turno matutino como vespertino- se encuentran libres de drogas ilícitas; lo que quedó inscrito en acta que se levantó en cada preparatoria, signado por personal de Seguridad Municipal, de la CEDH, el director del plantel y el autor de estas líneas. En algunas ocasiones también firmaron el subdirector y el representante sindical, y una vez también lo hizo el Presidente de la Sociedad de Padres de Familia, quien de manera casual se encontraba en el centro educativo.
De haberse detectado droga en un área de difícil acceso o bajo tierra, el perro hubiese sido el responsable de localizar y presentar la sustancia adictiva.
Los estudiantes mostraron sorpresa al arribo de los uniformados, y algunos preguntaron si había amenaza de bomba.
Desde antes de iniciar los operativos, al suscrito le mostraron la eficacia del detector molecular, que es como se denomina el equipo utilizado, que delata la presencia de marihuana, cocaína y anfetaminas, entre otras drogas, hasta tres días antes de haber sido consumida. La misma demostración se hizo al inicio o término del operativo en los centros educativos.
En broma, sin que por ello deje de ser cierto, los que participaron en esa búsqueda comentaron que el discreto barrido del detector molecular no exceptuó de su análisis el torrente sanguíneo de los docentes, del personal administrativo y de quienes supervisaban esa acción.
Merece comentarse la ocasión en que la antena del detector molecular se orientó hacia la izquierda, apuntando un salón de clases, lo que alertó a los asistentes. Quien manejaba ese aparato reportó que se trataba de cocaína, hasta que se percataron que se trataba de la droga que utilizaban para la presentación de ese equipo y se encontraba en vehículo fuera del plantel. Rodearon el salón de clases, y la antena seguía apuntando a la izquierda, y no a la derecha como hubiera sido de encontrarse esa sustancia en el aula.
Los resultados obtenidos en el operativo son congruentes con las estadísticas que reportan que –en términos generales- el consumo de sustancias adictivas es menor en Chiapas al comparársele con lo que ocurre en otras partes el país, y demuestra que la escuela es un factor protector contra las adicciones.
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