viernes, 17 de diciembre de 2010
Punto de Vista
Mario Tassías
Aquel viernes, 16 de febrero de 1996, en San Andrés Larrainzar o "Sakamch'en de los pobres", la esperanza tenía alas. Se remontaba del centro del corazón indígena al mundo. Se revolucionaba una sociedad incrédula y un hilo de credibilidad se dilataba.
Los Acuerdos de San Andrés, son los primeros convenios sobre derechos indígenas en México. No hay antecedentes, desde que allende el mar llegaron hombres barbudos a avasallar. El documento habría trascendido en las sociedades democráticas del mundo, pero el gobierno federal no cumplió.
Los Acuerdos proponen gobiernos autónomos y formas propias de elección; ejercer sus sistemas normativos internos, formas de impartir justicia y decidir sobre conflictos internos; decidir sus formas de organización social; disfrute de sus recursos naturales, decisión sobre sus necesidades y sobre las formas de satisfacerlas y garantizar la cultura propia. Derivaron en un documento político que define un nuevo proyecto de país basado en la libre determinación y la autonomía: se debe respetar el derecho de decisión de los pueblos indios; la participación: los pueblos indios son los sujetos activos del diseño, planeación y ejecución de los proyectos que decidan; el pluralismo: respeto a la diversidad; la integralidad: el gobierno debe intentar resolver los problemas completos, no sólo una parte; la sustentabilidad: los proyectos y los programas no deben dañar el medioambiente ni los recursos de los pueblos. Un documento legal que establece los cambios en las leyes para un nuevo proyecto de nación, incluida una reforma constitucional. Un documento local que establece las acciones que el estado de Chiapas deberá llevar a cabo para dar cumplimiento a los Acuerdos.
Luego de una serie de encuentros y desencuentros, San Andrés se convirtió en el sitio más visitado por los ojos del mundo. Se gestaba al interior del antiguo palacio municipal el intento de un ejercicio republicano. Delegados del gobierno y de los zapatistas, representantes de la Comisión Nacional de Intermediación y de la Comisión de Concordia y Pacificación, dialogaban. Afuera un enjambre de cámaras y micrófonos aplazaban emociones, dependían de los resultados y soportaban el frío de las horas.
Con insatisfacciones, el EZLN estampó su rúbrica, cientos de luces iluminaron la vida. Luego sobrevino una noche oscura, no tan negra como la de la confrontación, pero sobradamente tenebrosa y demorada para que 14 años después, aún no amanezca.
En México existen más de 10 millones de indígenas. Hay 56 etnias, que hablan 92 idiomas autóctonos, con sus variantes dialectales, además del español. Un alto porcentaje habita en Oaxaca, Veracruz, Chiapas, Yucatán, Hidalgo y Guerrero, con sus excepciones, ese mundo no ha penetrado en la conciencia del poder. El reconocimiento no basta, para solventar las demandas.
El Ejército Zapatista de Liberación Nacional y las Juntas de buen Gobierno, han aportado responsabilidad política y mejorado las condiciones de vida de sus pueblos. Han crecido y construido prácticas de autodeterminación responsables. Han generado educación, valoración de la cultura, igualdad y mayor participación social y política a través de sus estructuras, reconoció
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